jueves, 14 de noviembre de 2013

Yourself.

Ya todos duermen, ya es muy tarde. Deberías estar durmiendo pero sabes que no puedes. El día ha pasado y apenas has sido tú, has estado en clases y ahí tu mundo se ha parado, solo oyes cosas que no te interesan, cosas que debes aprender. Cosas que quieres que te valgan de algo y que simplemente se quedan ahí para después ser olvidadas.
Ahora necesitas tiempo para ti, tiempo para ser tú. Un tiempo que solo te pertenezca a ti y que te haga sentir vivo de alguna manera. Sabes que este es el año de la frustración, que este es el año en que tienes que definir quién eres, qué vas a hacer. Todo el mundo te obliga a ello, tú mismo te obligas a ello. Sabes que es lo que tienes que hacer, sabes que si no todo lo que estás haciendo no te servirá de nada. Estás desesperado por saber qué eres tú.
Parece que es durante la noche donde cuando antes todo venía a tu mente más rápido. Era el momento de soñar, de escribir, de hacer que las cosas se volvieran diferentes. Ahora parece que eso da igual, que se ha acabado, que todos tu esfuerzos de ahora parecen ver su fin en cosas diferentes. Ahora no eres más tú.
Ahora te sientas en el sofá con el teclado entre tus manos. Te pones los cascos y sacas de su caja el disco que has estado escuchando una y otra vez cada día, ese disco que habla sobre el sueño americano, ese disco que hace que todo cambie. Y ahora lo escuchas una otra vez, tal y como hacías entonces. Sus melodías entran el ti, sus letras te hacen llorar. Lo escuchas una y otra vez durante toda la noche. Se termina. Nada cambia. Tu permaneces llorando sin saber qué hacer, sin saber qué debes hacer para ser feliz. Has escuchado el disco, todo sigue igual, nada ha cambiado.
Puede que ya no vuelvas a ser tú nunca más.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Roses.

Mi mente rota se transforma, mi mente rota se muere, mi mente rota resucita. Mi mente rota está rota.
Dicen que los sueños se olvidan. Dicen que los sueños mueren al amanecer, que cuando duermes tu vida cambia completamente y puedes permanecer joven por siempre. Dicen que un sueño es una vida rápida, un nacimiento y una muerte que dura una sola noche o tan solo unas pocas horas. Dicen que el sueño se escapa de ti, de tu realidad, que es como un libro leído con cuentagotas que se muere cuando mueres tú.
Los cuerpos son etéreos, los cuerpos son como el viento, nunca sientes nada que forme parte de ellos. Tú permaneces tumbada sobra la hierba y las luces crepusculares parecen danzar sobre ti. No sabes nada, no te importa nada, los árboles que te rodean parecen querer entrar en ti, saber qué piensas y qué deberías hacer. Las enredaderas comienzan a crecer, a moverse, a recorrer el espacio de suelo donde parece que has decidido nacer. Crecen de una forma sensual y sus tallos deciden danzar alrededor de los árboles. Contemplas el espectáculo como si lo demás no importara, como si pudieras estar allí para siempre. Las enredaderas te gustan, las luces violáceas te gustan, los árboles te gustan, estar ahí en la hierba te gusta.
Las enredaderas comienzan a invadir todo el espacio, a crecer y crecer como si aquello no fuera a tener fin. Una música de piano parece sonar en la lejanía y entonces las enredaderas responden dócilmente a ella, parecen bailar de una forma mucho más exótica, más espiritual, como si al hacerlo no hicieran más que acercarse a Dios. Suena una voz en la lejanía "Llévame allí, ámame allí, llévame a ese lugar que solo existe en los sueños" y tú ya ni siquiera sabes qué son los sueños. "No tengas miedo, entra en el camino del alma, hazte daño entre las rosas, descubre mi nombre entre todos aquellos gritos" y tu mente comienza a despertar como si las rosas pudieran hacerte daño.
Pronto comienzan a sonar más voces y ya no eres capaz de escucharlas todas. Las enredaderas ya no se muestran dóciles, crecen y crecen y poco a poco invaden tu cuerpo puro como si de esta forma intentaran amarte de forma salvaje. Recorren tu cuerpo con pasión mientras tú sientes cómo los brotes rozan tu piel para convertirse en hojas en apenas un instante. Empiezan a taparte, a dejarte sin posibilidad de mirar hacia el infinito que va creciendo por encima de los árboles. Empiezas a sentir todo su peso y a comprender que van a seguir creciendo hasta darte muerte. Dulces voces vienen de sus hojas "No tengas miedo, no sentirás nada. No tengas miedo, nosotras sabemos cantar" y sus hojas crecen cegando tus ojos. Sabes que mueres lentamente, que cada vez te es más difícil respirar, que algo hermoso te está matando, que la belleza y la juventud de las que te fiaste ahora solo quieren otorgarte un final.
 No sale voz de tu cuerpo, no puedes moverte porque estás en el sueño, la música del piano suena cada vez más fuerte y tú finalmente cierras los ojos.
Ahora solo oyes la música del piano, ahora ya las hojas han desaparecido, ahora estás en un camino de piedra que se mueve por un espacio vacío y a la vez infinito. Decides andar sin preocuparte de donde estás. Andas y andas como si supieras que debes ir algún lugar. A tu paso rosas de color rojo brotan a tu paso desafiando el poder de las piedras. Grandes espinas te impiden dar marcha atrás y a tu paso brotan y brotan, y sus espinas parecen crecer más que los propios pétalos. Extrañas melodías salen de sus pistilos, hablan una lengua que tú jamás has oído y que puede que nunca puedas entender. Caminas dejando un rastro de flores mortales cuya belleza y delicadeza es ahora truncada por oscuras espinas.
El viaje continúa y parece que el camino se dirige hacia la luz. Un sol enorme y de color dorado es el final de tu odisea y pronto llegas hacia él. El camino de piedras desemboca en un círculo con hierba y una mesa redonda en el centro.
La mesa es blanca y a tu llegada miles de rosas crecen sobre ella emitiendo su espeluznante sonido. Una botella de vino aparece en la mesa y las rosas parecen invitarte a beber mientras una copa de cristal surge de entre las brumas. Coges la botella, ignoras la copa, y comienzas a beber. No paras, no ves ningún motivo para parar. Tragas el vino como si de agua se tratara, como si fuera en estos momentos lo que más necesitaras, como si ya no tuvieras nada más que perder. Notas cómo el vino entra en tu cuerpo y crece dentro de ti al igual que las enredaderas, como si una gran planta creciera dentro para destruirte. Bebes y bebes y todo parece querer girar. La botella se vacía pero sientes cómo esta vuelve a llenarse y llenarse, una y otra vez, una y otra vez...

viernes, 11 de octubre de 2013

Beautiful Poet.

El olor del café por la mañana era algo que siempre me había gustado. Me gustaba ver amanecer mientras oía los murmullos de la cafetera. Un café y un cigarro. Un tiempo extraño y a la vez desarraigado.
Algo había en el amanecer que me hacía sentirme especial, me hacía sentirme el único ser de la Tierra. Hay gente a la que le ocurre lo contrario, que piensa siente que es pequeña, que queda eclipsada por la belleza del sol y siente cuán pequeños somos y cual vulnerables son nuestras vidas. Pienso que tienen razón, pienso que todo el mundo puede tener razón cuando se trata de algo importante, pero en mi caso era todo lo contrario. El sol hacía sentirme grande, segura, como si fuese un acontecimiento en el mundo que solo ocurría para mi misma. Sentía que era la única persona del mundo en ese momento, la única persona capaz de vislumbrar aquel hermoso momento. Supongo que por eso la gente piensa que estoy loca, o simplemente que soy rara, pero con el tiempo aprendí a que no tienes por qué creer lo que la gente piensa de ti, que únicamente tienes que creerte lo que tú quieras ser.
Levantarme temprano por la mañana es algo que hago desde siempre. Es como un ritual y si no lo hiciera no creo que me sintiera viva. Pensar cómo algo insignificante se convierte en algo tan importante para mí me parece algo increíble. Me emocionan ese tipo de cosas, me gustan ese tipo de cosas. Puede que sea por eso por lo que también mi gran sueño sea ser artista.
Supongo que ahora es el momento de cumplir un sueño, el momento de sentir que puedes serlo todo en algún día futuro, de sentir que todo por lo que has luchado cobra de repente el sentido que siempre has querido. Aún sigo esperando cumplir ese sueño.
Yo llegué a la ciudad con el sueño de ser artista. Sentía que era el arte quien mejor llegaría a comprenderme y quien haría eterna mi felicidad. Me levanto todas las mañanas imaginando que puedo ser alguien grande, imaginando que soy el mismo sol y que mi poderes y sueños son infinitos. Al fin de al cabo tampoco es un sueño tan raro, mucha gente huye de casa en busca de sí mismos, atraídos en parte por una vida bohemia donde poder escribir música y poder leer a los grandes.
El sueño es algo eterno, es algo que permanece para siempre, pero al mismo tiempo te mata. Por la noche paso horas frente al espejo peinando mi larga melena color avellana de mil maneras distintas. Me gusta estudiarme, me gusta sentir que puedo ser diferente pero en el fondo sé que quiero sólo quiero encontrarme a mí misma, que mi cuerpo de alguna manera me dará alguna pista de quién soy o quién puedo llegar a ser.
Me gusta esta ciudad, aquí he encontrado a mucha gente también como yo. Y en ese momento apareciste tú en mi vida, tú me enseñaste a tocar la guitarra, a pasar las largas tardes escribiendo mi sueño. Me hace feliz verte todos los días, me hace feliz saber que una parte de mí se siente querida. Sé que ahora mi soledad no es tan grande, sé que no estoy sola en todo esto y que puede que las cosas así sean más fáciles.
Las horas pasan, y cada tarde tú te sientas conmigo en la sala de estar, esa sala de estar plagada de ventanas que cada día me gusta más. Te sientas cerca de mí y yo permanezco inmóvil junto a la ventana con un cuaderno en mis manos a la vez que te miro. Tú tocas la guitarra mientras fumas un cigarro cuyo aroma se mezcla con los vapores del té. Creo que así soy feliz.
Las melodías invaden la habitación. Tú estás a lo tuyo mientras yo estoy a lo mío. Tú tocas la guitarra inventando sonidos mientras yo escribo mis canciones. Creamos juntos cosas que jamás estarán juntas. Tu música es diferente a la mía, tus gustos son distintos a los míos. Todo es complicado pero creo que así estoy feliz. 
Mis cuadernos se llenan, mi cabeza explota, mi sueño avanza y se disfraza. Las cosas son difíciles para ser un artista, tu cabeza te traiciona y te abandona cuando más la necesitas. Tú me inspiras para escribir, tú me haces crear nuevas historias. Es difícil encontrar una inspiración y es difícil mantenerla. Ahora sé que eres tú, que la forma en cómo me miras de alguna manera me fascina y que la manera de amarme es especial e incomparable a la de otros hombres.
Sé que todo esto un día se acabará, que a la larga eso se apagará, que a la larga tú encontrarás a otra chica más guapa y con más talento que yo. Es así como estas cosas funcionan, y sé que la manera en la que me miras mientras te fumas los cigarros ya se la conocen otras chicas iguales que yo. He aprendido a no esperar nada de nadie, a esperar únicamente de mí misma, a creen en la persona que seré algún día.
Yo una vez tuve un sueño, el sueño de ser una artista que vivía la vida con locura, una poetisa que lograra enloquecer al mundo. Cada noche rezaba por conseguir ese sueño, crear música y emocionar al mundo, unos aires de grandeza que me matarían sin darme cuenta. Ahora esto es lo que me toca, inspirarme e intentar ser feliz junto a los míos rezando por encontrar a los que serán míos para siempre. 
Los cigarros se consumen, tus cuerdas mueren poco a poco, el anochecer llega a mi casa como si en ese instante perteneciéramos a otro mundo. Como si, sin proponerlo, pudiéramos de alguna manera pertenecer a nosotros mismos. 
Te acuestas en mi cama y nos amamos durante toda la noche, mi mente viaja a lugares que nunca conocí, tus manos recorren mi cuerpo y me siento como si hoy pudiera ser la última vez. No importa cuánto tardamos, no importa cuánto nos amamos, no importa cuánto pensamos el unos en el otro, sólo importa que en estos momentos creamos arte y al mismo tiempo pasamos el rato. 
Todas las noches te quedas dormido cerca de mí mientras permanezco despierta esperando el nuevo día. Siento cómo los rayos ya comienzan a entrar en la habitación y me levanto para realizar aquello que hago todos los días. Salgo desnuda al balcón para sentir su poder con más fuerza sin importar el frío que pueda hacer. Permanezco inmóvil durante el tiempo que dura el espectáculo, fascinada por cada instante, lágrimas caen de mis ojos y emborronan la perfecta visión.
No sé qué hago en este mundo, no sé qué llegaré a ser algún día. Sólo pienso que nada de eso importa si por ahora las cosas van bien. 

sábado, 5 de octubre de 2013

Your Choice.

Y todo parece que acaba aquí. Acaba o empieza y aún no sabes qué decidir. Las últimas semanas han sido decisivas en ti, sabes que cambiarán todo lo que había empezado y ahora no sabes si aquello fue lo correcto.
Estás sentada en la mesa del comedor, la mesa de roble nunca te había parecido tan grande. Ahora miras fijamente hacia abajo sin prestar atención al brillo de la mesa, ese brillo que refleja tu rostro y que no sabes si te apetece ver. Él grita, se mueve de un lugar hacia otro haciendo bruscos movimientos con las manos. Tú no quieres mirarle, no quieres saber nada, solo quieres que se calle y te deje sola. No te atreves a levantar la mirada.
Sabes que tiene derecho a comportarse así, sabes que tiene derecho a gritarte y a aguantar todo lo que tiene que decirte. Sabes que lo has hecho mal, sabes que no tenía que haber ocurrido así. Sabes que no debiste herir sus sentimientos. Sabes que no debiste llevar todo ese asusto demasiado lejos.
La palabra "puta" parece que es la que más parecen pronunciar sus labios, cada vez que la escuchas es como si cayera un gran peso sobre ti. Te lo mereces, es lo que has sido y es lo que eres, mereces que te lo llame miles de veces. Mereces que te lo escriba en la frente y que todo el mundo lo vea.
Las lagrimas comienzan a salir de tus ojos, él no se lo merecía. Sientes como si quisieras desaparecer, haber pensado todo mejor. Él te quería, te quería y sabes que si se está comportando de ese modo es porque aún te quiere. Has sido una puta, no tienes problemas en admitirlo, pero te hubiera gustado que las cosas hubieran sido diferentes.
Todo comenzó en aquella tarde de otoño, una tarde típica de esas películas románticas que tanto echabas de menos. Las calles estaban abarrotadas y tú ibas perdida en tus cosas, cerrada en tu vida, cerrada ante todo lo demás. De pronto suena tu móvil y te llama él. Ya nada es como antes, antes habría aparecido una gran sonrisa en tu cara a cada llamada que llegaba a tu móvil. Ahora sabes que es para algún favor o para cargarte con más trabajo. Sabes que te quiere, pero ese pensamiento ya queda lejos.
La llamada termina y tus pasos comienzan a hacerse más pesados. Apagas el móvil y de repente te chocas bruscamente contra alguien a quién no habías visto, tal y como ocurre en las películas románticas. A partir de ese momento ocurre lo que todos pensamos, esto no tiene nada de original. Te disculpas y él te sonríe, tu mirada perdida hace que él vea algo en ti y con eso ya sabe lo perdida que estás. Te vas con él a tomar un café, a olvidar por un momento todo lo que tenías que hacer. Ahora ya eso no importa, en tu cabeza ya no hay lugar para todas esas tareas y trabajos que tenías que hacer a esa persona que se supone que quieres. Sus palabras te hacen olvidar tu vida, tu pasado, te hacen sentir como si fueras joven de nuevo y tuvieras ganas de vivir la vida otra vez.
Quedáis un día, y otro, y otro, y otro... y así durante una semana, y otra, y otra, y otra... y ya os imagináis cómo continúa. Tú solo querías alguien que te escuchara, alguien que te prestase atención, un amigo en quien confiar. Pero pronto comienzas a ver que esto va más allá y que algo estás haciendo mal. Pronto llega vuestro primer beso y después vuestra primera noche. Sabes que la estás cagando, sabes que no está bien. Pero en esos momentos tu felicidad, tu puta felicidad, es lo más importante.
Ahora lloras intentando no mirarle. Sabías que lo iba a descubrir, sabías que aquello no podía durar mucho tiempo. Ahora él grita y tu lloras sin saber qué hacer, como si ya con llorar consiguieras arreglar algo. De pronto él para y se sienta, tu sigues llorando. Sientes que ha parado y levantas la vista con los ojos llenos de lágrimas para ver qué ocurre. Le ves sentado en una silla mientras hunde el rostro en sus manos. Sabes que está llorando. No sabes qué hacer, no sabes si levantarte, si llorar, si seguir sentada en esa silla el resto de tu vida. Ojalá pudieras pasarte el resto de tu vida sentada en esa maldita silla.
Te levantas aún llorando y te acercas hacia él. Te da miedo tocarle, sientes que no debes, que ya no le perteneces, que le has hecho mucho daño y que por mucho que quieras no vas a poder remediarlo. En el fondo de tu corazón sabes que aún sientes algo por él pero todo ha ocurrido muy rápido. Aquel hombre de la calle te hizo sentir libre, sentir que escapabas del infierno en el que se había convertido tu vida, habías sentido nuevos deseos de amar, nuevos deseos de ser feliz.
¿Qué había ocurrido para sentir que tu vida no era feliz?¿Qué culpa tenía la persona con la que te habías casado de que hubiera ocurrido todo eso? Sabes que él no te ha tratado mal, sabes que no era su culpa, sabes que él aún siente algo por ti. Las circunstancias os habían traicionado, os habían ido matando poco a poco irremediablemente.
Ahora tienes dos opciones: Huir y empezar de cero, sentir de nuevo el amor y comenzar una vida lejos de allí en busca de la felicidad o quedarte, quedarte y reconstruir tu vida pedazo a pedazo para que algún día todo vuelva a ser lo mismo.
En esta historia no hay posibilidad de un final feliz, alguien tiene que salir mal parado. Alguien tendrá que coger lo que quedaba de su vida y seguir adelante. La vida no nos dijo que seríamos felices. Eso de ser felices es algo que nos hemos inventado nosotros para jodernos.
Te sientas en el suelo, acercándote hacia su cabeza y le das un pequeño beso mientras él sigue con su llanto. Tus ojos están vidriosos y querrías seguir llorando el resto de tu vida, pero sabes que no puedes. Te levantas y vas a la entrada de la casa a la vez que coges tu abrigo de color marrón. Sales a la calle, hace mucho frío. Sales con la mirada perdida, sin prestar atención a lo que está ocurriendo en la calle. Quieres tomar un café, quieres sentarte en un banco, quieres andar hasta caer agotada en la acera. Quieres muchas cosas y aún no sabes cómo vas a mantener las dos historias que ya tenías.


viernes, 6 de septiembre de 2013

Substitute For Love.

Abres los ojos. Ya no sabes escribir, puede que nunca hayas sabido escribir, puede que hayas creído siempre que una parte de ti sí que sabía, pero ahora llevas tanto tiempo sin hacerlo que comprendes que quizá era algo absurdo. El verano termina, llega a su fin, sabes que no es lo único que termina. Has olvidado cosas, puede que demasiadas. Has olvidado a ser tú.
Las largas noches sin pensar, las largas horas que tu cabeza no ha hecho más que dar vueltas sin sacar nada en claro. Poco ha poco has dejado de ser tú, poco a poco has acabado por abandonarte, a sumergirte en los abrazos de los amores de verano, esos amores que hacen que te olvides de todo y que tu mente se pare, viaje a lugares a los que no sabes si es bueno que vayas. Comienzas con el primer beso, el primer trago de algo que es familiar pero único en cada momento. La botella baja, bailas, es verano y estás en el campo, la noche es más alegre y salvaje que en las urbes de piedra. Te pierdes a ti mismo con cada copa y cada baile, tu amor de verano te ama y te hace perderte cada vez que tu cuerpo siente la música.
Cada día una botella distinta y por la noche ya no recuerdas qué es lo que debes beber, el amor de verano te dice que vayas, que bebas más y que sea tu amante para siempre. Te vuelves loco, te alejas de la realidad, te alejas de una realidad que no quieres para ir a otra que tampoco te gusta ¿Dónde se encuentra tu verdadera realidad? Abres los ojos y la botella permanece junto a ti, intacta, con varios chupitos aún sin beber. Ya tienes algo para desayunar.
Puede que destruyamos todo lo que tocamos, puede que una parte de nosotros se encargue de destruir aquello que más queremos. Puede que sea el momento de reconstruir todo, de volver a la vida que teníamos, de dejar el alcohol a un lado y dejarlo como amor de verano de esos que se pierden al comenzar Septiembre.
El alcohol está bien para un tiempo, está bien si quieres dejar de ser tú durante un tiempo, es un buen sustituto para el amor, puede que siempre todo gire en buscar un sustituto para el amor, en buscar aquello que da un sentido a todo.
Todo vale en este juego, todo vale por encontrar un substituto, todo vale en este juego por encontrar aquello que buscas. Y ahora es el alcohol quien ha entrado en el juego.

jueves, 4 de julio de 2013

Monsters.

¿Y ahora qué? ¿Y qué ocurre ahora que todo está perdido? ¿Qué ocurre ahora cuando morimos entre lágrimas y sudarios marchitos? Nunca supimos qué era lo que debíamos hacer, nunca nos quedó claro en qué iba a consistir esto. Solo nos limitamos a seguir, a seguir con todo esto, esperando que algún día fuéramos capaces de encontrarlo un sentido.
Estamos cansados, estamos aburridos. Yo estoy aburrido, mis monstruos están aburridos. Los monstruos están cansados de vivir, están cansados de su éxito, están cansados de existir. Cuando morimos, son los monstruos quienes se encargan de que hayamos vivido. Son ellos quienes nos dan una vida y una existencia, y ahora los monstruos no están, desaparecen como si fueran bruma. Desaparecen porque ya han terminado.
Los monstruos se adueñaron de mi vida, se adueñaron de todo lo que quería y conocía. Se llevaron mi vida para después devolvérmela, pedazo a pedazo.
Los monstruos fueron apareciendo poco a poco, cada uno de ellos con una forma distinta y un cometido diferente. Siempre fueron directos, siempre fueron abrumadores, siempre se encargaron de destruir mi cuerpo en un instante y recomponerlo poco a poco.
El primero de todos apareció un año atrás, un monstruo de fuego que resultó ser uno de los más poderosos en aquello que yo no era capaz de controlar. Quedó prendido a mi alma durante aquel año y destruyó cada una de mis ilusiones, cada uno de los momentos en los que pensaba que no todo saldría mal del todo. Aquel monstruo rompió todas mis ilusiones, diciéndome cómo debía sentirme en realidad, diciéndome las cosas más duras que podrían decirme. Esas palabras ya han muerto, ya no serán repetidas más veces. Esas palabras se grabaron a fuego dentro de mí, dentro de mi mente. Esas palabras no se repiten porque no existe necesidad de ello.
Aquel monstruo pasó demasiado tiempo dentro de mí, aquel monstruo acabó por agotarme, debilitarme, provocando así una recuperación lenta y dolorosa. Pocas veces ocurre que un monstruo permanezca durante tanto tiempo en constante lucha dentro de alguien.
La huella de dolor del monstruo desapareció, y poco después apareció un monstruo de color azul, frío como el invierno y cubierto de escarcha, encargado de destruir todo aquello que yo podía controlar. Destrozó, desfiguró, agotó aquello que me quedaba, lo poco que había podido salvar del anterior. Aquel monstruo se encargó de destruir mis sueños, de destruir aquello que yo era capaz de crear, destruirlo y desmerecerlo. Desmerecer todo lo que creaba y en lo que creía, destruir todo lo que podía hacerme feliz.
Aquellos dos monstruos ahora siguen conmigo, y el monstruo de fuego se encargó de aparecer junto con el de hielo una vez más, esta vez con menos intensidad, ésta vez dando a entender que estaría allí para siempre, saliendo en el momento que yo menos lo esperara.
Los monstruos se adueñaron de mí, los monstruos siempre estarán conmigo, jamás se olvidarán de mí, porque yo mismo los inventé. Siempre me destruirán, y a lo largo de mi vida irán apareciendo más y más monstruos que yo no seré capaz de controlar. Hay miles de monstruos que no llegaré a conocer, y a otros los contemplaré y sentiré hasta el día de mi muerte.
Cada monstruo se adueñaba de una parte de mí, se la llevaba, pero sin embargo me la devolvía más viva que antes. Cada monstruo se encargaba de darme una parte más de vida, a comprender en qué consiste este mundo. El monstruo se llevaba aquello que yo no sabía entender, y a base del daño hacía que lo comprendiera, y en ese momento era cuando yo realmente sí que podía ser feliz.
Los monstruos solo quieren amarnos, solo desean que nosotros vivamos, solo desean que salgamos de esa mentira e ignorancia en la que vivimos. Se encargan de arrancarnos de nuestra infancia en un momento en el que ya la hemos perdido, y ese acto hace daño. Nos hacen sufrir una y otra vez hasta que tienen claro que lo hemos comprendido, que hemos aprendido a ver quienes somos y qué es lo que debemos hacer.
Los monstruos nos vigilan, aparecen cuando los necesitamos. Muchas de esas sensaciones las guardamos en nuestros corazones, no solo es el amor quien se oculta en ese lugar, infinitos sentimientos compiten contra él para hacerse un hueco en aquel lugar. En ese lugar está nuestra vida. Los monstruos comen nuestros corazones, los hacen vivir otra vez, y a su vez ellos recuerdan cómo es uno de verdad.
Los monstruos comen corazones porque un día albergaron uno, comen corazones para poder sentir que un día tuvieron uno. Comen corazones esperando encontrar el suyo.

Over The Love.

Y allí fluía todo, tal y como había esperado. Las noches se repetían una y otra vez y yo aún no asumía cuánto de rápido estaba ocurriendo todo aquello. Aquel olor a tabaco se había convertido en algo habitual para mí y no sabía hasta qué punto iría a durar todo aquello.
Son las siete de la mañana y aún está amaneciendo, el olor del tabaco todavía no se ha disipado, las sábanas están sudadas, sucias, tú duermes plácidamente a mi lado. Cambié mi vida por esto, yo fui quien decidí esto, fui yo quien decidió despertarme y encontrarme con tu cara cada mañana. Ahora no sé si es esto lo que realmente quiero.
Todo empezó por un juego, la mayoría de las cosas importantes comienzan con un juego. Todo era un juego tonto, estúpido, de esos que empiezan cuando vas borracho. No eres consciente, nunca eres consciente y de repente dejas caer la copa hacia el suelo para empezar el juego mientras la gente baila y se emborracha. El juego comienza, el juego sigue, y horas después te encuentras tendido en una cama que no es la tuya. Miras a tu alrededor como si lo comprendieras, como si lo entendieras, sólo era un juego que sabías que perderías.
Nacemos para perder cosas, y ahora es el momento de perder. Pierdes y ahora te sientes tan solo. No sabes qué hacer aquí, solo sabes que esto no era lo que querías. Todos queremos ser algo importante, todos queremos pertenecer a algo. Supongo que esa sensación de pertenecer a algo es la que me ha llevado hasta una cama que ya comienza a ser familiar.
Siempre sentiste que algo te faltaba, que aún no eras una persona completa, e intentaste llenarlo con lo primero que viste... estabas cansado de sentir que lo que te llena está lejos. Estás cansado de continuar esperando a que aparezca algo que llene ese vacío. Ahora has decidido llenarlo tú, salir en busca de ello como si no existiera un mañana. Pensaste que serías feliz, pensaste que todo habría acabado. Ahora incluso las sábanas parecen querer echarte de aquel lugar.
Le miras, aún sigue durmiendo, intentas ver algo más que su rostro, intentas ver más allá de él sin resultado. No hay nada más, no puedes hacer nada más. Te levantas con cuidado y enciendes un cigarro, te paseas por la habitación mientras te lo fumas, acariciado por la luz del día que va entrando por la ventana. Te vistes lentamente y sales de la habitación, de la casa, sin hacer ruido.
No sabes adónde vas, no sabes qué vas a hacer, solo sabes que no eres feliz con ello, que no has conseguido nada más que pasar un buen rato. Estás cansado de pasar buenos ratos, solo quieres sentirte bien. Las calles aún están vacías, tu también te sientes vacío. Caminas lentamente sin saber qué hacer, sin saber qué es lo que va a hacerte feliz.

domingo, 2 de junio de 2013

Ride.

Te despiertas sobre la arena, una arena a la que ya estás demasiado acostumbrada. Una arena que hace las veces de almohada y ahora es capaz de entender todo aquello que sientes. No me gusta la arena, es dura, caliente durante el día y fría durante la noche. No me gusta la arena pero ahora es con lo que tengo que vivir, adaptarme a los granos como si se trataran de nubles y dormir bajo el cielo deseando no quedar enterrada.
El desierto a veces me gusta mientras que otras lo odio con todas mis fuerzas. Parece que nunca tendré un término medio respecto a como sentirme respecto a él. No sé si es mi amigo, no sé si me interesa ser su amiga. Sólo sé que es como un compañero al que tengo que querer si es que quiero salvarme a mí misma. Después de todo, el desierto ha sido mi refugio, aquello que me salvó cuando ya no sabía qué es lo que debía hacer.
Las ciudades te abruman, te absorben, te hacen morir entre sus calles y vivir entre tu cabeza, aunque puede que sea justamente al revés. Todo te parece extraño, parece que no encajas ahí. Llega un momento en el que la ciudad se desvanece, te pierdes, dejas de comprender aquello que creíste que era lo correcto. Comprendes que te has perdido, que esto ya no puede durar mucho más, que ya no tienes nada que perder...
Parece que en ese momento que el estado de locura te mata, te destruye poco a poco. No puedes aguantar y pronto te vas dando cuenta. Te levantas un día y te miras al espejo, sin saber si serás lo suficientemente fuerte para no llorar. No te reconoces, el maquillaje parece ocultar lo que sientes, ocultar quién eres. Decides no llorar aún, ya podrás llorar más tarde. Solo te centras en coger la maleta de color oscuro e intentar guardar en ese pequeño lugar toda tu vida entera ¿Qué vida entera? No puedes hacer eso, no puedes hacer nada, tiras la maleta contra la pared de la habitación intentando no pensar en lo que acabas de hacer, intentando no pensar qué pasaría si alguien te viera en ese estado...
Las maletas no te hacen falta, nada de lo que tienes ahora te hace falta, ha sido precisamente todo aquello lo que te ha conducido al dolor y a la locura. Dejas la maleta como está, tirada en el suelo, mientras lloras amargamente dejando el maquillaje correr. La luz se filtra por la ventana y tu permaneces tirada con el rostro hundido demasiado lejos. Ya nada puede parar.
Sales de casa con lo que llevas puesto, dejas atrás los bloques de pisos. Te montas en un autobús sin pagar. No has cogido mucho dinero, al lugar al que vas no necesitas dinero. El autobús avanza rápidamente y tus ojos pueden contemplar cómo tu vida anterior se queda ahí perdida entre los edificios y brumas de aquella ciudad sumida en la niebla. 
Sabes que en esa ciudad se quedará tu padre, tu hermana, tu novio, tu trabajo, tus sueños... Ya no tienes fuerzas para seguir con ellos, no tienes fuerzas para continuar aquello que se te dijo que debías hacer.
Nunca has tenido libertad, nunca has podido ser tú. Ahora es el momento de ser tú misma, de dejar atrás todo eso durante un tiempo y dejarte fluir por todo lo que te rodea.
Siempre fuiste una chica diferente, extraña, difícil de tratar. Siempre hubo gente que no creyó en ti, gente que lo único que deseaba era que cayeras, que desaparecieras, que dejaras espacio para ellos mismos. Ahora quieres borrar ese mundo que te trató mal. Huyes porque sientes que no tienes otra salida, porque sientes que en estos momentos no estás preparada para ir allí e intentar cambiarlo todo, hacerte respetar y hacerte valer aquello que realmente eres.
Pero no puedes y todo ahora parece muy atrás. El autobús llega a las afueras y tú comienzas a andar, adentrándote en el desierto donde solo habitan los matorrales y seres de los que sólo has oído hablar. Sigues la carretera sin rumbo, sin saber realmente hacia donde te diriges. Ves un bar de carretera pasadas un par de horas y entras sin saber qué hacer. Observas a la gente, una docena de moteros se gira en cuanto entras para mirarte. Saben que eres bonita, tú misma tampoco puedes negarlo, sabes perfectamente que podrías tenerlos a tus pies en tan solo unos instantes.
Pides algo para comer y te sientas en una de esas mesas con ventanas típicas de los bares de carretera. Observas el desierto, observas el silencio que allí se celebra. Parece como si esos matorrales nunca se acabaran, que podrías andar cientos y cientos de kilómetros durante horas y aún seguirías encontrando matorrales. Puede que el mundo sea así, puede que tu mundo sea así. Realmente no sabes nada.
Pagas la comida y lanzas una mirada a uno de los moteros, grasiento, gordo y algo bastante viejo. Rápidamente entiende tu mirada y en poco rato te encuentras tendida detrás de aquel bar de carretera recibiendo un cariño frío y sin amor, un cariño solo dominado por el placer y el deseo de alguien que no había poseído a una mujer desde hace bastante tiempo.
Cobras algo de dinero, nunca antes habrías hecho esto. Ahora todo es diferente, ahora ya no importa lo que hagas y dejes de hacer. Ahora solo importa sobrevivir, huir e intentar sobrevivir sin pensar en ti misma y en lo que te rodea porque sabes en el fondo que esa es la única manera de poder ser libre.
Ahora el desierto lo es todo para ti. Te dejas fluir por sus dunas y matorrales a la vez que duermes bajo sus estrellas. Ahora tu compañía son los animales que habitan por allí. Ahora tu comida son los vegetales que encuentras y la comida de aquel bar de carretera. Tu apartamento ahora es una manta que usas cuando tienes frío. Tu preciada almohada ahora son los granos de arena que no sabes si llegan alguna vez a escucharte.
Ahora es el momento de vivir, de vivir las cosas realmente sin importar todo aquello que un día antes importó. Ahora solo te dejas fluir por todo lo que no eres tú para poder así encontrarte a ti misma, saber quién eres en realidad. El desierto es capaz de cambiar tu vida, de hacerte comprender cuál es el viaje que debes emprender tú en tu interior.
Sabes que esto no durará para siempre, que durará hasta el momento en el que todo cobre sentido y sabes que será aquí donde es donde tiene que ocurrir. Sabes que el pasado no se puede borrar y que sería un error intentarlo olvidar, porque sabes que algún día tendrás que volver a la ciudad y encontrarle un sentido a todo lo que dejaste allí. 
Pero ahora no, ahora sabes que no eres capaz. Ahora eres capaz de estar allí oculta entre la arena, de vivir como nunca antes habías vivido. Ahora estás loca, ahora ya nada importa. Ahora por fin eres libre.

sábado, 18 de mayo de 2013

Red Gun.

Sonidos violetas llegan a mi mente. La voz de varias mujeres entran en mi cabeza. No he sabido qué estaba haciendo en mi mente, aunque realmente nunca he sabido qué es lo que hace. La música es seductora, envolvente, además de miles de adjetivos que no se me ocurren debido a lo torpe que soy.
No se dónde me encuentro. Puede que en Nueva York, solo que un Nueva York de hace mucho tiempo. Todo parece tranquilo, las calles no hablan, no cuentan nada. No sé realmente donde estoy, pero no me importa, últimamente nada me importa. Ni siquiera me importa ser yo mismo.
Paseo por allí, encuentro una pistola y la guardo. De pronto, comienzan a aparecer imágenes de ti. Apareces por todas partes, en carteles, en las paredes, en los charcos... No entiendo nada, camino y a cada paso que doy parece que te acercas más a mi. No lo entiendo, no entiendo porqué apareces tu aquí, no entiendo porqué a cada movimiento mío apareces, te mueves...
Comienzo a caminar más rápido y de pronto un puente de piedra aparece ante mí. Reconozco ese puente, y te reconozco a ti sobre él. Suplico que desaparezcas, que me dejes en paz, que dejes en paz mi vida. Ya tuviste lo que quisiste, no quiero verte más. No quiero ver tu cara ahora ya cambiada por las drogas, el alcohol y el tiempo...
Empiezo a correr mientras el sol comienza a sumirse en nieblas, intentando alejarme de ti, dejarte atrás. Yo ya te he dejado atrás, no entiendo porqué está ocurriendo esto... Otro rostro aparece ante mi, tus ojos azules un día me parecieron especiales, antes de que se volvieran fríos y distantes. Tu también estás ahora aquí, te has unido a la otra figura. Ahora estáis aquí, sin que yo pueda llegar a entender nada... Intento volver a andar, moverme por estas calles que no conozco e intentar huir. Ahora las dos figuras me persiguen y aparecen por todas partes, multiplicándose y ahogándome entre edificios y ruinas de algo que un día fueron mi vida.
No puedo hacer otra cosa que intentar escapar, intentar esconderme en aquello que un día fue mío y que me fue arrebatado poco a poco. Intento mataros con la pistola que encontré, pero es inútil, no desaparecéis, las balas salen y no hacen nada, desaparecen sin más como si nunca existieran. Intento huir, morir, y para mi horror aún continúan apareciendo más rostros que ahora mismo son más familiares que nunca.
Figuras de pelos rizados, caras angelicales y miradas interesadas y lascivas se suman a las otras dos, llenando aquella sucia ciudad con sus cuerpos a la par que avanzan hacia mí.
Cierro los ojos e intento correr lo más rápido que puedo, esquivando, esquivando partes de mi vida que me fueron robadas. Corro porque aquello ya pasó, corro porque no entiendo qué está pasando, corro porque no sé que va a ocurrir, corro porque sé que sois mis monstruos...
Las calles me llevan a una gran plaza, una gran plaza sin salida a la que al mismo tiempo la oscuridad va tragándose. Vais apareciendo, invadiendo la plaza, acercándoos a mí. En la plaza hay dos grandes torres, dos torres, una más alta y esbelta, otra más tosca cuyos adornos parecen haber sido creados en barro. Arriba de esas dos torres aparecen dos figuras de mirada amable, muy lejos de mi. Me observan, intentan ayudarme, intentan darme una solución, intentan salvarme de los demás personajes.
Pero las torres están lejos, las figuras están lejos y nada parece solucionarse. La figura de la torre esbelta cae estrepitosamente, cae sobre el suelo. Intenta levantarse, pero la caída no se lo permite, dejando su cuerpo tendido en el suelo, aunque realmente no sé si vendría de verdad a buscarme. La otra figura permanece en su torre, aislado, mirando cómo sucede todo. Está lejos, no puede hacer  nada. Permanece inmóvil perdido en aquella torre para después ir ascendiendo al cielo, que cada vez se va volviendo más y más negro.
Desaparece, desaparece y yo me quedo ahí solo en aquella plaza, contemplando cómo se abalanzan sobre mí. Saco la pistola, en un último intento de salvar mi vida pese a que disparo sin obtener resultado. Ya están muy cerca de mí y y al atraparte intentan quitar una parte de mi. Intentan destruirme a mí mismo, llevarse lo poco que me queda. Arrancan mi ropa, mi piel, mis órganos...
En ese momento lo comprendí, la pistola era para mí.

23-02-2013.

Gargoyles.

Las gárgolas se anticiparon, lo supieron. El viento nunca supo cómo reaccionar, solo supieron pararse a observar, observar cómo cambiaba el mundo, cómo todo lo que antes se había conocido desaparecía ante sus ojos.
Era otoño, el típico otoño cuajado de hojas y estrellas de tonos ocres. El viento parecía controlar aquella estación hasta que muriese. No sé qué estoy escribiendo, no sé por qué ahora de repente viene a mi mente el otoño. Supongo que es porque el otoño es un cielo gris, un cielo gris y lluvioso. Mi vida ahora podría ser gris y lluviosa.
Las gárgolas siempre me parecieron hermosas, mucho más bellas que los habitantes de la ciudad. Allí, en aquella ciudad eterna, las gárgolas siempre serán los habitantes que supieron apreciarla de verdad. Ellas no sienten frío, no sienten miedo. Están protegidas por su fealdad, por aterrar a los demás. Creo que de alguna manera sería bonito poder ser una gárgola, poder ser tu mismo dado que nadie quiere dañarte.
Corro por las calles de la ciudad mientras me fundo entre la soledad. El sol aún no ha salido y yo corro para olvidar, para sentir que de alguna manera sigo vivo en esta ciudad ahora olvidada. Corro para ser libre.
El viento me azota en la cara mientras las gárgolas me vigilan desde sus torres, doy vueltas por aquella isla ahora no abarrotada de turistas. Corro sin saber hacia dónde voy, hacia dónde la llovizna me va a hacer parar. No tiene sentido esto que estoy escribiendo, rara vez escribo cosas que sí que lo tengan. Supongo que es como correr. Correr tampoco tiene un sentido, no tiene sentido correr en círculos por un lugar que ya conoces.
Siento la necesidad de abrazar farolas, abrazos de soledad con ellas. Siento el impulso de beber de las aguas de este río que nos rodea, siento la tentación de fundirme con las gárgolas, de amarlas hasta que el sol llegue a lo alto. Siento el impulso de hacer muchas cosas, cosas que no sé para qué me servirían, siento el impulso de hacer tantas cosas...
Es un sacrificio razonable, es un pacto contigo mismo, un pacto con el diablo. Dejas de ser tu para centrarte en una parte de ti. Dejas de lado una parte de tu felicidad para centrarte en otra, para centrarte en ti mismo. No sé a qué parte de felicidad me estoy refiriendo ahora mismo. Sólo sé que ésta ciudad eterna te atrapa y te obliga a elegir. Te presiona para que tomes una decisión, te presiona para que elijas quién deseas ser...
Las vueltas me marean, las gárgolas se aburren, saben qué va a pasar. El viento intenta impedírmelo, intenta ir contra mí para que no pueda avanzar. Me arrojo al río que rodea la isla, dejo que mi cuerpo de sumerja en aquellas aguas heladas que arropan a la ciudad. La ciudad ha acabado conmigo, la felicidad ha acabado conmigo.
Hay miles de cosas aquí no explicadas, miles de cosas que nunca podrán ser entendidas, miles de cosas erróneas, sin sentido. No me importa, se puede decir que la ciudad acabó conmigo, y con ello.
Y sí, vaya mierda de relato.

jueves, 4 de abril de 2013

National Anthem.

Cuando tu ya te pierdes todo es inerte, pasa, olvida, todo te hará bien. Dices que no puedes, te reblandeces, tiras tu mente como si nunca funcionó. Sabes que no es bueno, y no lo es, ya no vale eso de dar mas traspiés. 
Yo nunca entendí sobre himnos nacionales, nunca he entendido y nunca entenderé. Mucha gente los tiene, los escucha, los aprecia como si los fueran a perder. Nunca entendí sobre himnos nacionales y no me hará falta porque lo sé bien, bien, bien...
Todos queremos ser himnos nacionales, todos seremos un himno nacional. Todo te abruma, todo te pierde, todo se muere en un intento de parar. La mente te ataca, la luna se esconde, tu lo imaginas, todo se olvidó.

viernes, 8 de marzo de 2013

So lonely.

No saber cómo seguir, no saber cómo continuar. No saber qué es lo que va a ocurrir en este momento... No sabemos nada, no somos nada. La noche nos traga como si nos amara, eso creemos, pero realmente nos traga para hacernos desaparecer...
Los paseos nocturnos me hacen diferente porque mi mundo ahora es diferente. La ciudad cambia, se transforma, se retuerce en sí misma para morir y nacer, para destruirse y construirse, para romper y ser amada de nuevo. Ahora es un laberinto diferente, un reto diferente, un sitio mío y a la vez de los demás. Un lugar donde entrar y morir, perderse para encontrarse de nuevo al amanecer.
La noche ahora puede ser mi vida, puede ser mi muerte, puede ser todo lo que yo desee. Salgo a la calle y veo a persona arregladas, mucho más perfectas que yo. La perfección no existe, pero si existiera ellas serían mucho más perfectas aunque intentara ponerme cosas bonitas y maquillaje en la cara al igual que ellas. Siempre quise parecerme a ellas, llevar ropa bonita y pintar mis ojos de oscuros colores, pero se que es ridículo, se que alguien como yo jamás podrá llevar eso, y la razón es porque yo misma me veo demasiado ridícula.
Ya es hora de salir, salir y despertar, salir de mi soledad y tomar contacto con el mundo y sus seres. Salir y perderme en la ciudad. Me pongo un vestido viejo, blanco como la nieve, y me miro al espejo, sin saber si darle importancia a que mi pelo largo y rubio esté sucio entre tanta perfección. Le dejo tal y como está, eso de sucio y limpio son conceptos que hemos inventado nosotros, conceptos que tenemos que acatar.
Fuera hace frío y esto para mí es como un juego perfecto. Salgo sola, sin nadie, no tengo amigas, soy dueña de mi noche. Sigo a la multitud que me encuentro a la vez que contemplo las calles repletas de gente que va de fiesta. Gente que ríe, que corre, que basa su noche en el olvido y la irrealidad entre los edificios de la ciudad.
Entro en el primer sitio que veo, sin saber si he llegado a estar antes o no. No me importa si antes no he estado, no me importa en qué sitio estar, solo quiero un sitio donde jugar a entender este mundo, a jugar a que mi vida es igual a la de todo el mundo.
Pido mi primera copa, no he comido en todo el día. La música suena alegre y bonita, al igual que la gente de allí. Estoy junto a la barra, tomo tranquilamente mi copa, dejando que el toque a garrafón endulce mi noche. Una pareja se pone a mi lado, pero ni siquiera me tomo la molestia de pensar si hablarían conmigo, si se tomarían una copa, si me dijeran que mi pelo está bonito. Sin apenas mirarme comienza a besarse entre sí, a fundirse los dos como si no hubiera más mundo. Debe ser bonito tener a alguien con quien hacer eso, debe ser bonito desaparecer del mundo durante unos instantes y ser feliz, sentir a esa persona junto a ti, disfrutando de cada esencia de ti...Yo tengo a la noche, me fui con la noche para intentar irme del mundo, me fui con la noche para morir.
Miro a cada rincón de la sala, repleta de gente, mirando los rostros de cada una de las personas de aquel lugar de ensueño. Miro los rostros, cada uno diferente al anterior, buscando a alguien que pudiera hacerme feliz de esa manera. Veo gente bonita, veo gente perfecta, pero mi cuerpo permanece inmóvil en la barra. ¿De qué serviría? Estoy mejor aquí, con mi copa, con mi garrafón para pasar la noche.
La noche avanza, se vuelve casi mística. La música comienza a animarse, aún no he hablado con nadie. Veo a unas chicas de mi instituto, perfectas, o al menos a mi me lo parecen. Se acercan y se burlan, se ríen de mi aspecto y de mi valentía a salir sola durante la noche. Aparece más gente conocida, están celebrando un cumpleaños, todos comienzan a mirarme y a reirse, incluso tu... ¿Por qué?¿Por qué tu? Parecías amable conmigo, te ayudé cuando lo necesitabas, hice un sacrificio por ti... tu paraste mis ganas de morir.
Termino mi segunda copa rápidamente y desaparezco, tambaleándome mientras noto cómo el alcohol sube y se convierte en mi segundo amigo junto con la noche. No se a dónde ir, a dónde perderme. Ando riéndome conmigo misma, dando vueltas con la calle escuchando una música invisible, una música que nunca he oído. Veo a un hombre tirado en el suelo, inundado por su propio vómito, sus amigos lo han abandonado, borracho, junto a una farola que cada vez parece dar menos luz.
Le hablo, le miro, intento que se mueva. No se mueve, está profundamente dormido, atrapado en un oscuro paraíso al igual que la calle. No soy capaz de moverle. Sé que ese no es su mundo, sé que en la realidad a él no le gustaría estar así, que en su realidad él no querrá despertarse borracho entre sus copas, borracho a la luz del día.
Sigo avanzando, no podía hacer nada y no tengo ganas de pensar en eso. No puedo sacarte de la cabeza, no puedo creer qué es lo que acabas de hacer. No puedo recordar tu cara, riéndote delante de todos, mirarme de esa manera mientras que de tu boca llueven carcajadas. No podía aguantarlo más, había tenido que salir de allí. Me prometí a mi misma que jamás dejaría que me afectaran las opiniones de los demás... excepto la tuya...
No sé porqué ha ocurrido eso. Por ti volví a comer, por ti dejé de engañar a mi psicólogo, por ti dejé de vomitar cada vez que comía. ¿Y por qué? porque al fin había encontrado algo con lo que llenar mi vida, porque había pasado mucho tiempo con esa necesidad, esa necesidad de encontrar a alguien a quien amar. Y ahora todo eso se había roto, se había desvanecido al igual que un castillo de naipes. Esa noche salía para no ser yo, para beber a mis anchas entre la multitud, fundirme con el mundo y con la noche. Ahora no puedo dejar de pensar en eso, pensar que esto no tiene sentido, pensar qué estoy haciendo y qué debo hacer ahora.
Entro en otro local, esta vez es mucho más grande. Me acerco a la barra y me pido chupitos que trago rápidamente, uno tras otro. Ahora ya está todo listo, ahora ya está todo listo para poder olvidarte. Empiezo a moverme, a escuchar la música y a fundirme con ella. Me muevo como si muriera en cualquier momento. Hace horas que no he comido nada, solo he bebido agua, y mi alcohol... Mi cabeza da vueltas, me fundo con la gente, miro por todas partes buscando algo que arregle mi noche. Miro a la gente, borracha, y comienzo a bailar más rápido y más enérgicamente, más teatral, en un intento de llamar la atención. Sé que la gente comienza a fijarse, ya es muy tarde y ahora es muy fácil encontrar a un cualquiera. Miro a mi alrededor y te elijo, me da igual cómo te llames, me da igual que esa barba lleve tres días, me da igual que antes le hayas estado comiendo la boca a otra bajo estas luces rojas.
Bailo junto a ti, me fundo junto a ti. Tu te acercas, buscas lo mismos, deseas lo mismo. Me besas torpemente y te correspondo torpemente, vamos borrachos. La música comienza a sonar más fuerte, yo me olvido de todo. Me olvido del mundo, me olvido que no eres tu el hombre al que estoy besando, me olvido de que te has reído de mí, me olvido de todos los días que hemos pasado juntos en el instituto, me olvido de tantas veces que te he visto hablar con otras, me olvido de que fuiste la persona que me dijo que comiera y que por primera vez hice caso de aquello.
Ahora todo está perdido, ya no te recuerdo, tengo mis ojos cerrados, concentrándome en una persona de la que ya he olvidado el nombre. Todo es cada vez más irreal, ya no soy consciente de que salimos del local, rozando el amanecer. Sus brazos me arrastran por las calles que dentro de poco nacerán de nuevo y me llevan hacia una casa que no he visto nunca, en una zona de la ciudad casi desconocida para mi...
Me tiende en la cama mientras soy consciente de lo que vamos a hacer. Él me agarra y comienza a hacerlo a la vez que le siento dentro de mi. No me importa lo que pase, no me importa nada ahora mismo. No disfruto, me dejo llevar, intentando no pensar pese a que se que es imposible. El tiempo que dura lo paso sin entusiasmo, sintiendo morir mi vida a cada segundo que pasa. La luz comienza a filtrarse por la ventana, dejando al descubierto nuestros rostros, destrozándome un poco más.
Él termina, se tiende en la cama y cierra los ojos, quedándose dormido en un sueño sin fin. Yo permanezco allí, inmóvil, destrozada, envuelta en unas sábanas desconocidas donde intentaba encontrar cariño.

lunes, 18 de febrero de 2013

Wade trought the Snow.

Dices mi nombre como si de algo horrible se tratara, como si lo escupieras,  como si desearas que muriera a cada instante. Dices mi nombre como si quisieras que desapareciera, como si desearas que fuera un recuerdo lejano, como si nunca te hubiera importando. Yo nunca te he importado.
La nieve cae, como siempre, ya es algo normal. La nieve cae y se posa sobre mi pelo, sobre mi cara, deshaciéndola hasta convertirse en agua y morir. Hasta la nieve parece no quererme. No se hacia dónde voy, sólo quiero salir de la ciudad, salir de ti, perderme en ese bosque congelado en el invierno y olvidarme de todo, olvidarme de este dolor que siento. Ya son muchas cosas, estoy cansado, ya no tengo fuerzas suficientes como para seguir con esto. Esta vez no.
Camino a través de la nieve y eso me gusta, porque caminar sobre ella es más pesado; mis pies se hunden, no puedo caminar tan rápido, es una sensación decadente, tal y como me siento en estos momentos. Estoy cansado de que me trates así, de que parezca que todo lo que hago no importa. Pero no todo es por ti, estoy cansado de esforzarme y que nada nunca de resultado, de desvivirme por ser feliz y desear que por lo menos una vez en mi vida una sola cosa pudiera salirme bien. La ciudad no es buena conmigo, nunca nadie es bueno conmigo.
Me esfuerzo y no logro conseguir nada. Me esfuerzo y no avanzo, me esfuerzo y es como caminar por esta nieve, pesado y cansado, para después no obtener resultado mientras me pierdo en mi mismo. Porque sí, yo nací para caminar a través de la nieve.
Camino a través de la nieve para olvidar, para que parezca que tengo algo que hacer. En realidad nadie me ve, el bosque está tranquilo, nadie más parece estar aquí. Aquí estoy yo mismo y mi autodestrucción, esa autodestrucción que es capaz en algunos momentos de venir a mi realidad, a destruir esa delgada línea entre la realidad y mi realidad.
Ahora me encuentro sentado, escribiendo sobre extraños seres que caminan a través de la nieve, al igual que hace tiempo escribí sobre seres que bailaban en la oscuridad o que nacían para morir. Cada uno de esos seres son una parte de mi mismo, una parte que se empeña en salir y autodestruirme. Ahora ha podido con esa delgada línea, escapando de un bosque lejano sumido en nieves, transportándome a mi realidad.
"Me esfuerzo y no logro conseguir nada, me esfuerzo y no avanzo, me esfuerzo y es como caminar por esta nieve, pesado y cansado, para después no obtener resultado y mientras me pierdo en mí mismo. Porque sí, yo nací para caminar a través de la nieve". Es esta la razón por la que está vez la destrucción me ha ganado, porque me ha hecho darme cuenta de que no es divertido caminar sobre la nieve, porque no es divertido esforzarte y no conseguir nada, porque es duro a acostumbrarse a que las cosas no salgan bien.
Ahora ya no importa quién sea quien escupiera mi nombre, ni siquiera existía, ya no tiene valor. Tampoco sé como iba a acabar esta historia, no se que ocurriría en aquel bosque nevado, pero eso ya no importa. Es hora de olvidar parajes soñados y lugares sin nombre. La autodestrucción me ha ganado, me sacado de allí, me ha hecho cambiar esto, olvidar la historia que tenía pensada. Todo porque estoy harto de caminar a través de la nieve.


lunes, 28 de enero de 2013

Born to Die.

Me senté en aquella mesa vacía. Los cristales estaban empañados, no sabía si estarías fuera pero no me importaba, no esperaba que recorrieses todas las cafeterías de la ciudad buscándome.
La mesa era redonda, pequeña, con azucarillos en el medio y un servilletero de color plateado. Una silla vacía se mostraba frente a mí. ¿Por qué los lugares estaban hechos para ir con gente?¿Por qué en ninguna cafetería no te encontrarás nunca con una mesa y una única silla? Miré la silla unos instantes, quedándome absorta en la madera de color oscuro, sintiéndola vacía y extraña. Iba a pasar mucho tiempo encontrándome con sillas vacías frente a mis ojos.
Pedí un café. Fuera hacía frío y deseaba permanecer allí durante un tiempo, enfrascada en mis pensamientos, flotando en un mar de tonos azulados del que no sabía salir. Tu ya no existes para mi, no me importa que la silla esté vacía, no me importa ser esa persona que aparece siempre sola en las cafeterías. Nacimos para morir, eso es lo que importa. No nacemos para estar con gente, nadie dijo que debemos estar con gente, nacemos para ser felices a nuestra manera, pese a que realmente nazcamos para morir. Nadie dijo que naceríamos en un hermoso castillo rodeados de cosas bonitas para siempre. No se porqué la gente se inventó ese tipo de historias. La gente que inventó esas historias debería morirse ya.
El café estaba caliente, eché el azúcar y lo removí con una cucharilla, esperando que los remolinos que se formaran en él se formaran en mi mente y pensar. Pero ya no podía pensar. La gente del café comenzaba a mirarme, extrañándose de que una persona se encontrara sola allí. Todo eran parejas, familias con hijos o grupos de estudiantes que hablaban de chicos. ¿Por qué?
No quería volver a casa, habría dado lo que fuese por permanecer allí durante todo el tiempo, sumida en mis pensamientos, pero aquella gente me impedía pensar, sus miradas sobre mí hacía en que me fuera incómodo esconderme allí. Miré las sillas vacías, deseando ser una de ellas y no tener preocupaciones más que no se sentara una persona de gran peso encima mío.
Las cafeterías no son lugares para estar solo. Te dan esa impresión, piensas que es romántico estar en una cafetería tu solo, sumido en ti mismo sin que te moleste nadie, disfrutar de un café o una infusión en un intento de que te venga la inspiración y encuentres algo con lo que arreglarte a ti mismo. Pero realmente no es así, la gente va, se divierte, consume y se va. Me habría gustado ir una cafetería como las que yo imaginaba.
Salgo a la calle y mi corazón entero se quiebra a cada paso que doy. Odio que me hagas sentirme así, odio que me hagas llorar. A veces el amor no es suficiente para ser feliz con esa persona. Sé que no estarás aquí, sé que no vendrás a buscarme, sé que desapareceré para siempre, sé que mi nombre se perderá en ese profundo océano que es tu mente. Sé que habrá otras, otras más guapas que yo, otras que aguanten tus estupideces y borracheras. Otras tontas, igual que yo.
Deseo que mis pies no me fallen, quiero que me lleven al final del camino, al final de la vida. Porque si, tu y yo nacimos para morir. Me habría encantado que me besaras bajo la lluvia de diciembre y que estuvieses a mi lado. Me parece increíble que me sintiera sola habiéndome dicho hace unas semanas que serías para mí, que ambos seríamos felices, que nunca más me sentiría sola. Pero las cosas son así, la vida es así, tu y yo nacimos para morir.
La nieve comienza a caer, la ciudad se vuelve extraña. Mi vida es un copo que cae hermoso y ligero, desorientado, para después caer y derretirse en la lluvia eterna. El ruido de los coches emborrona mi mente, mi mirada está perdida al igual que la luz del sol bajo las nubes y el hielo. Pronto anochecería, y las cosas son más difíciles por la noche.  Por la noche cierro los ojos, y te veo a ti en mi oscuro mar. Te veo a ti, en mi cama, con tu perfume de recuerdos, borrachos los dos de amor.
No sé porqué sigues haciéndome sonreír cuando lo que debería hacer es llorar. Lloro para olvidar, lloro para que mi mente crea que las cosas van mejor, lloro para que parezca que todo se va a solucionar. 
No se porqué a cada paso que doy siento que estoy más lejos de ti, más lejos de tus besos, de tus caricias, más lejos de las cafetería donde pasábamos las tardes tomando un café.
Las cafeterías no son sitios para estar solos, son sitios para ir contigo y pasar un buen rato. Llévame al olvido, haz que olvide todo lo malo de ti, haz que no me duela lo aquello que siento por ti. Cada día me destrozas más, cada movimiento tuyo rompe una parte de mí. Quiero olvidarlo todo, quiero que desaparezca el momento en el que te vi por primera vez. Quiero romper las cadenas del recuerdo y perderte para siempre, quemar aquello que me lleva a la oscuridad y al dolor.
No sé porqué aún no he muerto ya. Tu y yo nacimos para morir.


sábado, 26 de enero de 2013

Dark Paradise.

Las copas caían, los hielos de derretían , la gente bailaba a través de esos hielos ya abandonados. Nunca me di cuenta de lo que ocurría, las cosas ya se habían vuelto borrosas y el humo de color violeta de aquel sitio nublaba aún más todo lo que veía.
La gente no paraba de bailar. Yo cerraba los ojos, dejándome llevar por aquella música ruidosa, intentando concentrarme en mi mismo. Te dices a ti mismo que todo va bien, que las cosas saldrán como piensas, te pierdes entre la multitud sintiendo que aquella gente que no conoces te arropa, y realmente lo que ocurre es que te asfixia entre sus voces y movimientos. La gente te atrapa, como si te envolviera y te hiciera invisible para el mundo. Tu no importas entre aquella multitud, hagas lo que hagas nadie se va a dar cuenta de que existes, nadie te va a mirar, tu copa es lo único que sabe que existes y al mismo tiempo quiere tomar posesión de ti.
Cierro los ojos y me encuentro en un paraíso oscuro, en una isla desierta de nieblas eternas. Allí si que puedo ser libre, allí si que puedo correr junto al viento y recorrer todos mis pensamientos. Te encuentras allí, sin saber que decirte a ti mismo, estás en mitad del océano y una música se oye lejana a tus recuerdos. Esa melodía te dice que huyas, que escapes, que cada vez que cierres los ojos te encontrarás en ese paraíso oscuro. Aquel paraíso ya no te gusta, es algo igual a la gente, te atrapa, te destruye a ti mismo mediante tus propios pensamientos.
Te dices a ti mismo que todo va bien, no dejas de repetirte eso, intentas volver a la realidad e intentas bailar más rápido, tomando otro trago de tu copa y prestando una mayor atención a aquella música que no te gusta. No hay ningún remedio para tu mente, cada vez que cierres los ojos te encontrarás en ese lugar. Dices que estás bien cuando lo único que desearías es la muerte, quemar esa isla oscura en lo que se ha convertido tu mente...
Comienzas a volverte loco, a sentir cómo esa copa que pediste toma posesión de ti, sometiéndote a su voluntad. Bailas más rápido, te chocas con la gente y esta comienza a apartarse. Abres los ojos en un intento de no perder el equilibrio y ver dónde te encuentras. Ya no sabes si era mejor tener los ojos cerrados o abiertos, en realidad ya no sabes nada. Abres los ojos pero la copa ha cegado tus ojos, sigues sin ver nada. Con dificultad sales del club mientras la gente ríe entre sí con una copa de vino en la mano.
Afuera está oscuro, una farola alumbra la calle, una triste y solitaria farola que puede alumbrar tu paraíso oscuro. Corres hacia ella en un intento de que su luz te salve e ilumine tu alma. Te sientas junto a ella, abrazándola, antes de que tu oscuro paraíso vuelva a ti.
Tu mente no deja de dar vueltas, a sumirse en la lobreguez de las tinieblas mientras viajas a lugares nunca vistos. Nadie tiene compasión de ti, te precipitas al vacío entre risas y pensamientos prohibidos. Las palabras entran en tu mente, risas de gente que baila en el club sin saber que pronto también se perderán a sí mismos.
Allí sentado, viajando en la negrura, voces de extrañas sirenas cruzan tu mente. Te dicen que duermas, que permanezcas allí para siempre, que la eternidad está cerca y el oleaje te llevará hasta ella. La copa, ya perdida y echa pedazos entre zapatos del club te dice que no te levantes, que todo estará bien si te olvidas de ti mismo. Las sirenas son hermosas pese a que no puedas verlas, te susurran cosas que ya no eres capaz de entender, palabras sin sentido que tu mente no es capaz de asociar.
Las sirenas hablan, la nieve comienza a caer del cielo. Las sirenas te dicen que permanezcas con los ojos cerrados, siendo iluminado tu rostro por la luz de la farola. No importas nada, nunca importarás nada, las sirenas lo saben, palabras sin sentido entran rápidamente en tu alma. El oscuro paraíso se adueña de ti, tu mente deja de funcionar, la muerte eterna llega a ti entre delicadas lloviznas...
Tu cuerpo queda ahí tendido, consumiéndose por la nieve. La gente que sale del club no te ve, ríe entre pensamientos lascivos a la vez que camina. El oscuro paraíso se adueña de tu mente, deja tu cuerpo ahí tirado mientras se aleja a lugares que nunca existieron, liberándote y a la vez sumiéndote en su sueño eterno entre delirios de cristal.