sábado, 5 de octubre de 2013

Your Choice.

Y todo parece que acaba aquí. Acaba o empieza y aún no sabes qué decidir. Las últimas semanas han sido decisivas en ti, sabes que cambiarán todo lo que había empezado y ahora no sabes si aquello fue lo correcto.
Estás sentada en la mesa del comedor, la mesa de roble nunca te había parecido tan grande. Ahora miras fijamente hacia abajo sin prestar atención al brillo de la mesa, ese brillo que refleja tu rostro y que no sabes si te apetece ver. Él grita, se mueve de un lugar hacia otro haciendo bruscos movimientos con las manos. Tú no quieres mirarle, no quieres saber nada, solo quieres que se calle y te deje sola. No te atreves a levantar la mirada.
Sabes que tiene derecho a comportarse así, sabes que tiene derecho a gritarte y a aguantar todo lo que tiene que decirte. Sabes que lo has hecho mal, sabes que no tenía que haber ocurrido así. Sabes que no debiste herir sus sentimientos. Sabes que no debiste llevar todo ese asusto demasiado lejos.
La palabra "puta" parece que es la que más parecen pronunciar sus labios, cada vez que la escuchas es como si cayera un gran peso sobre ti. Te lo mereces, es lo que has sido y es lo que eres, mereces que te lo llame miles de veces. Mereces que te lo escriba en la frente y que todo el mundo lo vea.
Las lagrimas comienzan a salir de tus ojos, él no se lo merecía. Sientes como si quisieras desaparecer, haber pensado todo mejor. Él te quería, te quería y sabes que si se está comportando de ese modo es porque aún te quiere. Has sido una puta, no tienes problemas en admitirlo, pero te hubiera gustado que las cosas hubieran sido diferentes.
Todo comenzó en aquella tarde de otoño, una tarde típica de esas películas románticas que tanto echabas de menos. Las calles estaban abarrotadas y tú ibas perdida en tus cosas, cerrada en tu vida, cerrada ante todo lo demás. De pronto suena tu móvil y te llama él. Ya nada es como antes, antes habría aparecido una gran sonrisa en tu cara a cada llamada que llegaba a tu móvil. Ahora sabes que es para algún favor o para cargarte con más trabajo. Sabes que te quiere, pero ese pensamiento ya queda lejos.
La llamada termina y tus pasos comienzan a hacerse más pesados. Apagas el móvil y de repente te chocas bruscamente contra alguien a quién no habías visto, tal y como ocurre en las películas románticas. A partir de ese momento ocurre lo que todos pensamos, esto no tiene nada de original. Te disculpas y él te sonríe, tu mirada perdida hace que él vea algo en ti y con eso ya sabe lo perdida que estás. Te vas con él a tomar un café, a olvidar por un momento todo lo que tenías que hacer. Ahora ya eso no importa, en tu cabeza ya no hay lugar para todas esas tareas y trabajos que tenías que hacer a esa persona que se supone que quieres. Sus palabras te hacen olvidar tu vida, tu pasado, te hacen sentir como si fueras joven de nuevo y tuvieras ganas de vivir la vida otra vez.
Quedáis un día, y otro, y otro, y otro... y así durante una semana, y otra, y otra, y otra... y ya os imagináis cómo continúa. Tú solo querías alguien que te escuchara, alguien que te prestase atención, un amigo en quien confiar. Pero pronto comienzas a ver que esto va más allá y que algo estás haciendo mal. Pronto llega vuestro primer beso y después vuestra primera noche. Sabes que la estás cagando, sabes que no está bien. Pero en esos momentos tu felicidad, tu puta felicidad, es lo más importante.
Ahora lloras intentando no mirarle. Sabías que lo iba a descubrir, sabías que aquello no podía durar mucho tiempo. Ahora él grita y tu lloras sin saber qué hacer, como si ya con llorar consiguieras arreglar algo. De pronto él para y se sienta, tu sigues llorando. Sientes que ha parado y levantas la vista con los ojos llenos de lágrimas para ver qué ocurre. Le ves sentado en una silla mientras hunde el rostro en sus manos. Sabes que está llorando. No sabes qué hacer, no sabes si levantarte, si llorar, si seguir sentada en esa silla el resto de tu vida. Ojalá pudieras pasarte el resto de tu vida sentada en esa maldita silla.
Te levantas aún llorando y te acercas hacia él. Te da miedo tocarle, sientes que no debes, que ya no le perteneces, que le has hecho mucho daño y que por mucho que quieras no vas a poder remediarlo. En el fondo de tu corazón sabes que aún sientes algo por él pero todo ha ocurrido muy rápido. Aquel hombre de la calle te hizo sentir libre, sentir que escapabas del infierno en el que se había convertido tu vida, habías sentido nuevos deseos de amar, nuevos deseos de ser feliz.
¿Qué había ocurrido para sentir que tu vida no era feliz?¿Qué culpa tenía la persona con la que te habías casado de que hubiera ocurrido todo eso? Sabes que él no te ha tratado mal, sabes que no era su culpa, sabes que él aún siente algo por ti. Las circunstancias os habían traicionado, os habían ido matando poco a poco irremediablemente.
Ahora tienes dos opciones: Huir y empezar de cero, sentir de nuevo el amor y comenzar una vida lejos de allí en busca de la felicidad o quedarte, quedarte y reconstruir tu vida pedazo a pedazo para que algún día todo vuelva a ser lo mismo.
En esta historia no hay posibilidad de un final feliz, alguien tiene que salir mal parado. Alguien tendrá que coger lo que quedaba de su vida y seguir adelante. La vida no nos dijo que seríamos felices. Eso de ser felices es algo que nos hemos inventado nosotros para jodernos.
Te sientas en el suelo, acercándote hacia su cabeza y le das un pequeño beso mientras él sigue con su llanto. Tus ojos están vidriosos y querrías seguir llorando el resto de tu vida, pero sabes que no puedes. Te levantas y vas a la entrada de la casa a la vez que coges tu abrigo de color marrón. Sales a la calle, hace mucho frío. Sales con la mirada perdida, sin prestar atención a lo que está ocurriendo en la calle. Quieres tomar un café, quieres sentarte en un banco, quieres andar hasta caer agotada en la acera. Quieres muchas cosas y aún no sabes cómo vas a mantener las dos historias que ya tenías.


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