No saber cómo seguir, no saber cómo continuar. No saber qué es lo que va a ocurrir en este momento... No sabemos nada, no somos nada. La noche nos traga como si nos amara, eso creemos, pero realmente nos traga para hacernos desaparecer...
Los paseos nocturnos me hacen diferente porque mi mundo ahora es diferente. La ciudad cambia, se transforma, se retuerce en sí misma para morir y nacer, para destruirse y construirse, para romper y ser amada de nuevo. Ahora es un laberinto diferente, un reto diferente, un sitio mío y a la vez de los demás. Un lugar donde entrar y morir, perderse para encontrarse de nuevo al amanecer.
La noche ahora puede ser mi vida, puede ser mi muerte, puede ser todo lo que yo desee. Salgo a la calle y veo a persona arregladas, mucho más perfectas que yo. La perfección no existe, pero si existiera ellas serían mucho más perfectas aunque intentara ponerme cosas bonitas y maquillaje en la cara al igual que ellas. Siempre quise parecerme a ellas, llevar ropa bonita y pintar mis ojos de oscuros colores, pero se que es ridículo, se que alguien como yo jamás podrá llevar eso, y la razón es porque yo misma me veo demasiado ridícula.
Ya es hora de salir, salir y despertar, salir de mi soledad y tomar contacto con el mundo y sus seres. Salir y perderme en la ciudad. Me pongo un vestido viejo, blanco como la nieve, y me miro al espejo, sin saber si darle importancia a que mi pelo largo y rubio esté sucio entre tanta perfección. Le dejo tal y como está, eso de sucio y limpio son conceptos que hemos inventado nosotros, conceptos que tenemos que acatar.
Fuera hace frío y esto para mí es como un juego perfecto. Salgo sola, sin nadie, no tengo amigas, soy dueña de mi noche. Sigo a la multitud que me encuentro a la vez que contemplo las calles repletas de gente que va de fiesta. Gente que ríe, que corre, que basa su noche en el olvido y la irrealidad entre los edificios de la ciudad.
Entro en el primer sitio que veo, sin saber si he llegado a estar antes o no. No me importa si antes no he estado, no me importa en qué sitio estar, solo quiero un sitio donde jugar a entender este mundo, a jugar a que mi vida es igual a la de todo el mundo.
Pido mi primera copa, no he comido en todo el día. La música suena alegre y bonita, al igual que la gente de allí. Estoy junto a la barra, tomo tranquilamente mi copa, dejando que el toque a garrafón endulce mi noche. Una pareja se pone a mi lado, pero ni siquiera me tomo la molestia de pensar si hablarían conmigo, si se tomarían una copa, si me dijeran que mi pelo está bonito. Sin apenas mirarme comienza a besarse entre sí, a fundirse los dos como si no hubiera más mundo. Debe ser bonito tener a alguien con quien hacer eso, debe ser bonito desaparecer del mundo durante unos instantes y ser feliz, sentir a esa persona junto a ti, disfrutando de cada esencia de ti...Yo tengo a la noche, me fui con la noche para intentar irme del mundo, me fui con la noche para morir.
Miro a cada rincón de la sala, repleta de gente, mirando los rostros de cada una de las personas de aquel lugar de ensueño. Miro los rostros, cada uno diferente al anterior, buscando a alguien que pudiera hacerme feliz de esa manera. Veo gente bonita, veo gente perfecta, pero mi cuerpo permanece inmóvil en la barra. ¿De qué serviría? Estoy mejor aquí, con mi copa, con mi garrafón para pasar la noche.
La noche avanza, se vuelve casi mística. La música comienza a animarse, aún no he hablado con nadie. Veo a unas chicas de mi instituto, perfectas, o al menos a mi me lo parecen. Se acercan y se burlan, se ríen de mi aspecto y de mi valentía a salir sola durante la noche. Aparece más gente conocida, están celebrando un cumpleaños, todos comienzan a mirarme y a reirse, incluso tu... ¿Por qué?¿Por qué tu? Parecías amable conmigo, te ayudé cuando lo necesitabas, hice un sacrificio por ti... tu paraste mis ganas de morir.
Termino mi segunda copa rápidamente y desaparezco, tambaleándome mientras noto cómo el alcohol sube y se convierte en mi segundo amigo junto con la noche. No se a dónde ir, a dónde perderme. Ando riéndome conmigo misma, dando vueltas con la calle escuchando una música invisible, una música que nunca he oído. Veo a un hombre tirado en el suelo, inundado por su propio vómito, sus amigos lo han abandonado, borracho, junto a una farola que cada vez parece dar menos luz.
Le hablo, le miro, intento que se mueva. No se mueve, está profundamente dormido, atrapado en un oscuro paraíso al igual que la calle. No soy capaz de moverle. Sé que ese no es su mundo, sé que en la realidad a él no le gustaría estar así, que en su realidad él no querrá despertarse borracho entre sus copas, borracho a la luz del día.
Sigo avanzando, no podía hacer nada y no tengo ganas de pensar en eso. No puedo sacarte de la cabeza, no puedo creer qué es lo que acabas de hacer. No puedo recordar tu cara, riéndote delante de todos, mirarme de esa manera mientras que de tu boca llueven carcajadas. No podía aguantarlo más, había tenido que salir de allí. Me prometí a mi misma que jamás dejaría que me afectaran las opiniones de los demás... excepto la tuya...
No sé porqué ha ocurrido eso. Por ti volví a comer, por ti dejé de engañar a mi psicólogo, por ti dejé de vomitar cada vez que comía. ¿Y por qué? porque al fin había encontrado algo con lo que llenar mi vida, porque había pasado mucho tiempo con esa necesidad, esa necesidad de encontrar a alguien a quien amar. Y ahora todo eso se había roto, se había desvanecido al igual que un castillo de naipes. Esa noche salía para no ser yo, para beber a mis anchas entre la multitud, fundirme con el mundo y con la noche. Ahora no puedo dejar de pensar en eso, pensar que esto no tiene sentido, pensar qué estoy haciendo y qué debo hacer ahora.
Entro en otro local, esta vez es mucho más grande. Me acerco a la barra y me pido chupitos que trago rápidamente, uno tras otro. Ahora ya está todo listo, ahora ya está todo listo para poder olvidarte. Empiezo a moverme, a escuchar la música y a fundirme con ella. Me muevo como si muriera en cualquier momento. Hace horas que no he comido nada, solo he bebido agua, y mi alcohol... Mi cabeza da vueltas, me fundo con la gente, miro por todas partes buscando algo que arregle mi noche. Miro a la gente, borracha, y comienzo a bailar más rápido y más enérgicamente, más teatral, en un intento de llamar la atención. Sé que la gente comienza a fijarse, ya es muy tarde y ahora es muy fácil encontrar a un cualquiera. Miro a mi alrededor y te elijo, me da igual cómo te llames, me da igual que esa barba lleve tres días, me da igual que antes le hayas estado comiendo la boca a otra bajo estas luces rojas.
Bailo junto a ti, me fundo junto a ti. Tu te acercas, buscas lo mismos, deseas lo mismo. Me besas torpemente y te correspondo torpemente, vamos borrachos. La música comienza a sonar más fuerte, yo me olvido de todo. Me olvido del mundo, me olvido que no eres tu el hombre al que estoy besando, me olvido de que te has reído de mí, me olvido de todos los días que hemos pasado juntos en el instituto, me olvido de tantas veces que te he visto hablar con otras, me olvido de que fuiste la persona que me dijo que comiera y que por primera vez hice caso de aquello.
Ahora todo está perdido, ya no te recuerdo, tengo mis ojos cerrados, concentrándome en una persona de la que ya he olvidado el nombre. Todo es cada vez más irreal, ya no soy consciente de que salimos del local, rozando el amanecer. Sus brazos me arrastran por las calles que dentro de poco nacerán de nuevo y me llevan hacia una casa que no he visto nunca, en una zona de la ciudad casi desconocida para mi...
Me tiende en la cama mientras soy consciente de lo que vamos a hacer. Él me agarra y comienza a hacerlo a la vez que le siento dentro de mi. No me importa lo que pase, no me importa nada ahora mismo. No disfruto, me dejo llevar, intentando no pensar pese a que se que es imposible. El tiempo que dura lo paso sin entusiasmo, sintiendo morir mi vida a cada segundo que pasa. La luz comienza a filtrarse por la ventana, dejando al descubierto nuestros rostros, destrozándome un poco más.
Él termina, se tiende en la cama y cierra los ojos, quedándose dormido en un sueño sin fin. Yo permanezco allí, inmóvil, destrozada, envuelta en unas sábanas desconocidas donde intentaba encontrar cariño.
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