sábado, 18 de mayo de 2013

Red Gun.

Sonidos violetas llegan a mi mente. La voz de varias mujeres entran en mi cabeza. No he sabido qué estaba haciendo en mi mente, aunque realmente nunca he sabido qué es lo que hace. La música es seductora, envolvente, además de miles de adjetivos que no se me ocurren debido a lo torpe que soy.
No se dónde me encuentro. Puede que en Nueva York, solo que un Nueva York de hace mucho tiempo. Todo parece tranquilo, las calles no hablan, no cuentan nada. No sé realmente donde estoy, pero no me importa, últimamente nada me importa. Ni siquiera me importa ser yo mismo.
Paseo por allí, encuentro una pistola y la guardo. De pronto, comienzan a aparecer imágenes de ti. Apareces por todas partes, en carteles, en las paredes, en los charcos... No entiendo nada, camino y a cada paso que doy parece que te acercas más a mi. No lo entiendo, no entiendo porqué apareces tu aquí, no entiendo porqué a cada movimiento mío apareces, te mueves...
Comienzo a caminar más rápido y de pronto un puente de piedra aparece ante mí. Reconozco ese puente, y te reconozco a ti sobre él. Suplico que desaparezcas, que me dejes en paz, que dejes en paz mi vida. Ya tuviste lo que quisiste, no quiero verte más. No quiero ver tu cara ahora ya cambiada por las drogas, el alcohol y el tiempo...
Empiezo a correr mientras el sol comienza a sumirse en nieblas, intentando alejarme de ti, dejarte atrás. Yo ya te he dejado atrás, no entiendo porqué está ocurriendo esto... Otro rostro aparece ante mi, tus ojos azules un día me parecieron especiales, antes de que se volvieran fríos y distantes. Tu también estás ahora aquí, te has unido a la otra figura. Ahora estáis aquí, sin que yo pueda llegar a entender nada... Intento volver a andar, moverme por estas calles que no conozco e intentar huir. Ahora las dos figuras me persiguen y aparecen por todas partes, multiplicándose y ahogándome entre edificios y ruinas de algo que un día fueron mi vida.
No puedo hacer otra cosa que intentar escapar, intentar esconderme en aquello que un día fue mío y que me fue arrebatado poco a poco. Intento mataros con la pistola que encontré, pero es inútil, no desaparecéis, las balas salen y no hacen nada, desaparecen sin más como si nunca existieran. Intento huir, morir, y para mi horror aún continúan apareciendo más rostros que ahora mismo son más familiares que nunca.
Figuras de pelos rizados, caras angelicales y miradas interesadas y lascivas se suman a las otras dos, llenando aquella sucia ciudad con sus cuerpos a la par que avanzan hacia mí.
Cierro los ojos e intento correr lo más rápido que puedo, esquivando, esquivando partes de mi vida que me fueron robadas. Corro porque aquello ya pasó, corro porque no entiendo qué está pasando, corro porque no sé que va a ocurrir, corro porque sé que sois mis monstruos...
Las calles me llevan a una gran plaza, una gran plaza sin salida a la que al mismo tiempo la oscuridad va tragándose. Vais apareciendo, invadiendo la plaza, acercándoos a mí. En la plaza hay dos grandes torres, dos torres, una más alta y esbelta, otra más tosca cuyos adornos parecen haber sido creados en barro. Arriba de esas dos torres aparecen dos figuras de mirada amable, muy lejos de mi. Me observan, intentan ayudarme, intentan darme una solución, intentan salvarme de los demás personajes.
Pero las torres están lejos, las figuras están lejos y nada parece solucionarse. La figura de la torre esbelta cae estrepitosamente, cae sobre el suelo. Intenta levantarse, pero la caída no se lo permite, dejando su cuerpo tendido en el suelo, aunque realmente no sé si vendría de verdad a buscarme. La otra figura permanece en su torre, aislado, mirando cómo sucede todo. Está lejos, no puede hacer  nada. Permanece inmóvil perdido en aquella torre para después ir ascendiendo al cielo, que cada vez se va volviendo más y más negro.
Desaparece, desaparece y yo me quedo ahí solo en aquella plaza, contemplando cómo se abalanzan sobre mí. Saco la pistola, en un último intento de salvar mi vida pese a que disparo sin obtener resultado. Ya están muy cerca de mí y y al atraparte intentan quitar una parte de mi. Intentan destruirme a mí mismo, llevarse lo poco que me queda. Arrancan mi ropa, mi piel, mis órganos...
En ese momento lo comprendí, la pistola era para mí.

23-02-2013.

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