domingo, 27 de abril de 2014

Pieza Regar.

1- Compra un invernadero muy grande, un lugar enorme donde tener plantas.
2- Llénalo entero de plantas de modo que tardes todo el día entero en regar todas las plantas que tengas allí
3- Cuídalas y riégalas todos los días de forma que no tengas tiempo para nada más.

Paradise III

Sales de aquellos lugares perdidos, aquellos lugares que fueron cobijo tuyo durante un tiempo pero que ahora parecen borrosos recuerdos que se van perdiendo en la lejanía. El whisky hace que se hayan vuelto borrosos, los mareos al bailar hacen que todo parezca que de vueltas cada vez que piensas en ellos. El humo del tabaco nubla tu mente y parece que todo lo que ese mundo te ofrecía quisiera desaparecer de tu vida, como si te rechazara, como si pensara que tu tiempo aquí ya ha terminado, como si ya hubiese agotado todas tus posibilidades y estuviese cercana tu muerte.
Es en éste momento cuando decides marcharte en busca de aquello que todo el mundo que entraba en el lugar ansiaba. Es el momento de buscar los Paraísos, volver a encontrar aquel Paraíso del que caíste aquella vez, solo que ésta vez será diferente, tu vida ha sido diferente. Es hora de volver a intentar encontrarlo pese a saber de sobra lo perdida que estás en estos momentos.
Sales a las ciudades, a las calles, y alquilas un coche para viajar, para moverte de un lugar a otro persiguiendo un sueño que aún no sabes que existe. Te mueves en la tierra de los dioses y monstruos sin importarte nada, sin buscar un sitio donde asentarte, dejando olvidados todos aquellos clubs y todos aquellos lugares donde un día te encontraste a ti misma. Aquí en este mundo todos están ahora igual que tú, todos buscáis los paraísos y tenéis miedo de que sea demasiado tarde como para encontrar el tuyo propio. Eso te asusta, te echa para atrás, te da miedo, pero es como ese momento en que quieres arrancar una rosa: debes pincharte para poder conseguir la belleza que quieres.
Y ocurre un momento en el que te cansas de viajar, te cansas de seguir intentando conseguir aquello que añoras. Los viajes en coche durante la noche y la visita a las ciudades durante el día ya no son bonitos, ya no te transmiten nada. Estás perdida en el mundo sin saber dónde está esa entrada al Paraíso, una entrada donde a cada día que pasa menos convencida estás de encontrarlas.
Las ciudades parecen bonitas, parecen agradables, puede que sea bueno pasar un tiempo allí, tener una casa y vivir entre diablos y ángeles por la eternidad, buscando algo que mate el tiempo y te ayude a salir de allí. Compras una casa, compras varios libros, compras varias cosas que te ayuden a permanecer allí durante un tiempo. Y ese tiempo se transforma en años y meses. Años y meses en que lo único que haces es leer y mirar por la ventana cada día, esperando alguna señal, esperando encontrar algo que te lleve de vuelta. En la vida nunca te habías sentido tan idiota, tan estúpida, tenías la oportunidad de vivir en el Paraíso, la oportunidad de pasar allí el resto de tus días y por un estúpido capricho decidiste bajar al mundo mortal, morder la manzana del árbol prohibido y perseguir unas ilusiones que a la larga no han servido para nada.
Estaba bien el tiempo en que trabajabas en el local, estaba bien hacerse la interesante presumiendo de que tú no buscabas el Paraíso, pero aquello solo era porque apenas hacía tiempo que habías bajado de él, que si hubieras pasado toda tu vida fuera de él hubieras estado como estás ahora, ansiosa por encontrar aquello que te hace falta.
El tiempo pasa, y cada día que sientes que no estás allí tu cuerpo empieza a envejecer más, a volverse más débil. Eso nunca antes te había pasado, en el Paraíso podías sentirte joven por siempre, es hora de dejar de pensar en el Paraíso. Pasarás el resto de tu vida enfrente de esa ventana, enfrente de aquellos edificios de color gris, sumergida para siempre en el recuerdo de otros tiempos que ahora deseas que no hubieran terminado.
Y entonces un día de invierno, así sin avisar, aparece aquel que te sacó de ese mundo para traerte a este. Camina por la calle lentamente, con su mirada sibilina que tanto te gustó en aquel momento. Por su culpa mordiste la manzana, por su culpa moriste en aquel instante.
Bajas rápidamente a la calle, sabiendo que tu cuerpo ya no es igual, que ahora todo es más difícil, y empiezas a seguirle por la calle de forma desesperada. Las calles de la ciudad son frías y él parece darse cuenta, comienza a andar más deprisa, recorriendola sutilmente como si se tratara de un reptil. Caminas y caminas, rezando a cada momento para que disminuya la marcha. Sales de la ciudad, sales a sitios que nunca antes habías visto, es como aquella vez en que él apareció en el Paraíso y tú comenzaste a seguir a aquel cuerpo eléctrico.
Llega la hora del crepúsculo y todo parece volverse dorado, todo parece volverse más mágico y es entonces cuando él se para. Llegas hacía él y ni siquiera te mira, solo se mete las manos en el bolsillo y saca un cuchillo afilado y un rosario desgastado. Recuerdas su olor, miras sus ojos, es tal y como le recordabas "ven conmigo" te dice "acaba con todo ésto". Los rayos del sol parecen tragarle en ese momento y te encuentras tú sola en ese claro con aquellos dos objetos.
De pronto lo entiendes, entiendes qué es lo que quiere que hagas, no es lo que más te hubiera gustado pero sabes que no tienes otra opción, que es eso o nada, que tu destino está en manos de lo que hagas en ese momento, que esta es la última oportunidad por saber si irás al Paraíso o a otro lugar peor...
Te pones sobre el cuello el rosario y comienzas a rezar, rezar porque quieres que el destino sea el Paraíso y ningún otro lugar. Rezas y rezas hasta quedarte sin voz, desesperandote a cada palabra y es cuando por fin das por terminada tu plegaria. Sigues diciendo plegarias, sigues diciendo oraciones, y el hermoso cuchillo se posa sobre tus muñecas para rasgarlas, para romperlas, para liberar un río de sangre que puede que sea tu salida.
La sangre corre, se mueve, parece tener vida propia y notas cómo ésta abandona tu cuerpo, sintiendote débil y sola. Las luces doradas se vuelven más brillantes, tu cuerpo comienza a elevarse, termina de salir la poca sangre que te queda. Ahora solo te dejas llevar, asciendes hacia el cielo en espera del lugar que te vas a encontrar. La muerte era tu salida, tu pasaporte a ninguna parte, ahora solo queda esperar en qué lugar proseguirá tu vida eterna.

Fame.

Lo oyes y lo escuchas, lo sientes en ti. Sientes que todo está pasando muy rápido y sientes además que de alguna manera tiene que parar. Tiene que parar porque te agobias, tiene que parar porque eres demasiado joven, demasiado nuevo en todo esto y piensas que en cualquier momento ésto puede matarte. Pero al mismo tiempo no quieres que pare, no quieres dejar escapar esta oportunidad. Solo quieres dejarte llevar y ser feliz en estos momentos que tanto has ansiado. Dejarte llevar para siempre, sintiendo que no va a parar, que la fama siempre va a estar ahí para lo bueno y para lo malo hasta el resto de tus días. 
Pero la fama no dura por siempre, y tienes que ser capaz de, en el mismo momento en que la locura y la adrenalina se han apoderado de ti, poner en orden tus pensamientos y organizar todo aquello que debes hacer. Asumirlo y pensar que no eres nadie, solo algo que ha tenido suerte de casualidad, que tienes que demostrar a todo el mundo que no ha sido de casualidad, que de verdad vales para esto, que de verdad quieres que tu vida gire en torno a ello. Y es en ese momento en que tu mente vive en dos realidades: la realidad de la fama y la realidad del fracaso. Es necesario que te sientas fracasado, que sientas que no sirves para nada, es necesario que creas que de verdad tu éxito fue un golpe de casualidad. Es necesario que pienses eso porque, en el momento en que pienses que vales para ello, que tu vida ya está resuelta, será cuando estés perdido. 
Tienes que reinventarte una y otra vez, y esa es la parte oculta del mundo de la fama. La Fama resalta todo aquello en lo que creíste, lo hace mágico y abrumador para todo el mundo, pero al mismo tiempo lo mata, lo hace único y vulnerable. Lo destruye en cientos de pedazos porque tú jamás podrás hacer algo igual si quieres seguir en este mundo. Lo anterior que hiciste ya no vale, los momentos de gloria ya no valen. Sabes que tienes que avanzar, continuar, que no es nunca un buen momento para disfrutar de la fama porque si llegas a hacerlo, esta desaparecerá. Tienes que destruir aquello que lograste mientras todo el mundo te reclama y te idolatra. No puedes disfrutar, no puedes dejarte llevar, solo te queda empezar de cero para conseguir brillar antes de que ésta se acabe.
La fama te lo dará todo y al mismo tiempo te dejará solo, te dejará al igual que empezaste y cada vez será más difícil cavar en ti mismo para descubrir nuevas pasiones. Es difícil encontrar un yo nuevo, es difícil sumergirte en lo más profundo de ti mismo para encontrar aquello que nunca prestarte atención. Por cada momento de Fama tu yo actual se destruye poco a poco, obligandote  a proseguir si es que quieres seguir avanzando.
Nunca tendrás nada, nunca conservarás nada, pero al mismo tiempo lo tendrás todo. 

sábado, 26 de abril de 2014

Nada.

Los coches, los autobuses, las motos, todo se sucedía a través de las ventanas de aquel desgastado autobús, pese a que lo que más me llamaba la atención eran aquellas luces tristes de medianoche, esas luces que emanan de farolas acariciadas por la lluvia, borrachas de soledad.
Las gotas que resbalan sobre los cristales me parecen bonitas, se forman rápidamente para caer, como si naciesen y muriesen a velocidad de vértigo. Siempre me gustaba contarlas cuando estaba aburrido. Siempre me gustaron esos parajes melancólicos y dar aires de melancolía. Parece que cuando eres melancólico tu vida es más impresionante, tiene mucho más sentido dado que sientes que está llena de cosas, que está llena de sensibilidad y cualquier cosa que pasa adquiere mucho más interés. Es como hacer más bonito y dramático todo lo que conoces.
De todas formas yo esto no lo sé, solo sé que digo tonterías. Solo sé hablar de cosas repetitivas y que se contradicen en sí. Y es entonces cuando llega ese sentimiento en el que siempre siempre siempre, siempre sientes que pasa lo mismo una y otra vez. Y eso me hace pensar que es verdad eso de que estamos destinados a hacer lo mismo una y otra vez, vivir en una rueda giratoria que lo único que nos hace es vivir lo mismo solo que se disfraza una y otra vez de diferentes formas.
Parece que es normal, que es algo que deberíamos saber ya de sobra y que no podemos hacer nada para que cambie. Es como una de esas películas en las que alguien se despierta y vive el mismo día una y otra vez, atrapado y condenado a vivírlo por siempre. Realmente es algo parecido a eso, solo que tú vas cambiando y el mundo va cambiando para que cuando llegue ésta nueva situación tú pienses que es nueva, diferente, que es una nueva oportunidad para que salga bien y ser feliz. Pero, tras varias semanas en las que te enfrentas a todo esto y que crees que por fin va a llegar, se desmorona delante de tus ojos como si fuera un castillo de naipes.
Por eso lo mejor muchas veces es huir lejos, dejar aquello atrás e intentar aprender, intentar que la próxima vez que venga las cosas salgan mejor. El problema es que tenemos miedo de huir lejos, nos da miedo irnos, nos da miedo alejarnos para siempre. Nada que ver con huir por vacaciones y llegar a un sitio de nuevo, pasar unas semanas y volverse cuando encuentras que lo que hacer ya es repetitivo.
Puede que el miedo venga de hacer cosas repetitivas, como si nuestra mente necesitara hacer cosas repetitivas pero al mismo tiempo nunca hacer nada igual, hacer todo como si no hubiera un mañana, como si fuera la primera y la última vez que hacemos algo. De todas formas eso tampoco evita que las situaciones vuelvan a repetirse porque, en el momento en que sientas que todo va bien, que has encontrado la felicidad por ti mismo, volverá a aparecer, no importa de qué forma, no importa cuánto tiempo haya pasado. Solo sabes que va a aparecer y que cuando lo haga volverás a caer.
Volverás a caer, volverás a ilusionarte, volverás a pensar que es posible que seas aún más feliz, que los meses anteriores han sido buenos pero que ahora es el momento de obtener el resultado de tanto tiempo de espera. Y entonces es cuando esos días se vuelven más felices, más especiales, porque esperas a que algo que esperabas está muy cerca. Es como eres pequeño y pasas una semana antes de tu cumpleaños solo pensando en el momento en que llegue ese día, es como cuando esperas que te traigan regalos los reyes magos. Miles de ilusiones se forman en tu mente, miles de pensamientos se forman ante la llegada de esos premios o regalos. Y por fin ese día llega, llega y eres feliz, pese a saber que al día siguiente faltarán otros 365 días para que vuelva...
Esto es más o menos así, pero solo que ese día del cumpleaños no llega, te quedas en el día de antes y el día de tu cumpleaños desaparece, se borra. Y todo en ese momento se rompe, se rompe, y sabes que tendrás que volver a esperar mucho, mucho tiempo, hasta poder encontrar de nuevo otra oportunidad.
Y es triste, porque muchas veces tú no tienes la culpa de que ocurra esto, muchas veces los problemas vienen de cosas que no puedes controlas, cosas como que no le gustas lo suficiente o eres demasiado bajito. Entonces, llegado a ese momento ¿Qué puedes hacer hasta que llegue el siguiente?¿Cómo tienes que prepararte para asegurarte de que la próxima vez salga bien? No podemos, por mucho que queramos, por mucho que nos esforcemos, somos una mera pieza sin valor que el día que llegue a encajar será por mera casualidad. No podemos matarnos a pensar qué deberíamos hacer, qué deberíamos ponernos, qué deberíamos decir para que salga bien, porque por mucho que te esfuerces eso nunca va a funcionar así.
Y ahora solo queda esperar, esperar a que se repita el círculo, a dejar de pensar estas estupideces dentro de un viejo autobús para ilusionarte y después volverlo a hacer el día que vuelva a salir mal. Los autobuses y trenes son buenos sitios para pensar; y más cuando llueve, y mucho más cuando intentas llevar esa vida melancólica que pareces querer tener.
Solo te queda eso, esperar y esperar hasta el día de un cumpleaños que nunca llega y después de eso volverte a sentarte en un estúpido autobús a hacer como que entiendes de la vida y que todo lo que pasa es por alguna razón.
Sería bonito que un día todo por lo que has sufrido se viese recompensado, como si de repente un día fuera algo como "El día de cobro" ese día en que todo lo que has trabajado cobra un sentido y te ves recompensado. Pero bueno, ese es otro invento humano con lógica para intentar hacernos la vida más fácil, aunque me sorprende que si para eso fuimos inteligentes para esto seamos tan estúpidos.Sí, somos estúpidos.Y yo soy aún más estúpido pensando que escribir esto me va a servir de algo.

lunes, 21 de abril de 2014

West Coast.

"Baja a la playa, vive en la playa" no dejaba de repetir mi mente, noche tras noche, día tras día. Y es que la playa para mí siempre fue algo especial, algo mágico que hace sentirme viva. De pequeña pasaba las horas enterrada entre la arena y ahogada por las olas. Era como una relación de amor odio de esas de las que tienes con alguien. El mar es violento, peligroso, pero al mismo tiempo infinitamente bello.
Fue ésta el motivo por el que vivo casi siempre en las playas, malviviendo pero al mismo tiempo sintiendo cada día que pasa como el más intenso de todos. Parece que la vida ya no ofrece más posibilidades y que moriré haciendo aquello que más me gusta, sí, moriré haciendo esto.
La playa es un extraño viaje, un extraño lugar porque sabemos perfectamente que estamos perdidos, que el mar es un enorme lugar donde venimos todos a morir, sí, vamos allí a morir. Pero antes de eso vamos a encontrarnos, a perdernos en su inmensidad en busca de nosotros mismos, en busca de nuestra libertad antes de encontrar nuestra muerte.
Y es que la Costa Oeste nunca me pareció tan bella, nunca me pareció tan inmensa. Camino todas las mañanas sin saber donde voy a llegar, sin ser consciente de si estoy andando hacia otra playa o recorriendo la misma una y otra vez. Me gusta andar, me gusta moverme, hacer algo, caminar y caminar como si deseara que con hacer eso mi vida avanzara. Todos necesitamos que nuestra vida avance.
Los días pasan y cuando llega la noche voy a algún sitio cercano, me pongo cómoda y voy a disfrutar de la noche. No me gusta dormir, no me gusta descansar, solo quiero que mi vida avance por siempre. Entro en los locales sola, me gusta que nadie sepa quién soy, me gusta entrar cada día en un sitio distinto pese a saber que la gente es igual que en la pasada discoteca.
Fumo y fumo y bailo y bailo sin importar que la gente me mire. Me gusta que me miren las bestias hambrientas que habitan en los locales. Esos hombres que solo piensan en arreglarse para confiarse en que esa noche lograrán su sueño. Esos hombres que no ven más allá de desarrollar todos sus músculos hasta convertirse en rocas, convencidos de que nadie nunca les va a romper. Cada uno de nosotros tiene una manera de buscar la felicidad, cada uno de nosotros se disfraza de alguna manera para parecer más fuerte. Ellos se compran ropa y viven en el gimnasio. Yo camino y camino hasta que me canso y es cuando pienso en que puedo aportarles algo de felicidad a su vida.
En realidad la felicidad es para ellos, para mí solo es algo para pasar el rato. Antes aquello era lo que me mantenía fuerte. Sentir el cuerpo de un hombre sobre mí hacía sentirme segura, hacía que me sintiera libre, hacía que me hiciese sentir yo misma.
Pasé años buscando hombres teniendo miedo a pasar un día soltera, buscando un cuerpo donde agarrarme y me quiera, buscando encontrarme a mí misma entre sus sábanas para saber qué es el verdadero amor.
 Pero esas cosas nunca salen bien, son como el alcohol, la moda, la droga o los libros, son todos substitutos por un amor que nunca va a llegar. Un amor que nos han enseñado a idolatrar, a pensar que si aquello no aparece nunca llegaremos a ser felices.
Todas esas historias que un día nos hicieron creer ahora descansan entre las profundidades del océano, y yo misma deseo que nunca vuelvan a la superficie.
Creo que si algún día una de esas historias se hiciera realidad yo sería feliz, pero no quiero pensar que para ser feliz tengo que ser infeliz anhelando algo que aún no ha llegado. Las cosas no son así, mi mundo no funciona así. Prefiero caminar, moverme, ir de ciudad en ciudad en busca de una playa, sumergirme en el mar y no parar nunca nunca nunca para así no tener que hacer frente a algo que no avanza. A cada paso que doy intento que aquello que no avanza se quede atrás.
Sé que todo esto un día va a tener que parar, que voy a tener que hacer frente a todo esto, que muchas veces digo que moriré aquí en el mar, en la playa, caminando con una sonrisa porque sé que todo va a salir bien. Pero sé que es muy difícil y que mi propia historia es una irreal historia de amor entre el mar y yo en la que yo estoy enamorada del mar y éste solo se dedica a escupirme en la cara.
Por eso muchas veces pienso en meterme en el mar y nadar, nadar hasta que mi cuerpo no pueda más. Casarme por fin con el mar y ser feliz para siempre. Pero no me atrevo, no soy tan fuerte o débil para hacer eso. Lo único que sé es que pasaré años caminando por la playa hasta el momento en que encuentre algo mejor o algo que me haga que me olvide de los paseos.
Estaría bien tener una casa, siempre me han dicho que es lo que tienes que hacer: tener una casa, un marido y uno o dos hijos para enseñarles lo poco que has aprendido en ésta vida, aparte de cocinar galletas y tomar café con un grupo de vecinas cotillas. Sé que es eso lo que la gente espera de mí, sé que es eso lo que a mi padre le hubiera gustado que fuera. Pero no llego a entender por qué no soy capaz, por qué tengo que recorrer los caminos de la playa huyendo de eso, huyendo de algo que sé que me va a atrapar y me va a asfixiar hasta el día de mi muerte.
Sé que huyo, sé que no me enfrento a la realidad, sé que estoy haciendo algo que no va a tener un buen fin pero es lo único que sé hacer, lo único que me aporta algo de felicidad en estos momentos haciendo sentirme viva de alguna manera. Es mi eterno noviazgo antes de casarme con el mar para siempre.


sábado, 5 de abril de 2014

Legendary Lovers.

Oh mi amante inmortal, parece que ha llegado la hora de volver a encontrarnos, de volver reír, de volver crear, de volver a aquellas noches solitarias en las que la luna y mis cuadernos hacían las veces de musas e inspiraciones. 
Creo que nunca me voy a despegar de ti. Creo que por mucho tiempo que pase siempre serás la primera persona en la que pensaré en el momento en el que esté mal. Las noches que hemos pasado han sido las mejores y las peores de mi vida, y es que has sabido cómo llevarte esa suerte. Las mejores y las peores, esas son muchas noches importantes.
Y es que mi mente se pierde cuando pienso en ti y no soy capaz de ir hacia otra cosa. Abro ese mueble, te saco y empiezo a beberte como si quisiera que no existiera un mañana. Un trago, y otro y otro y otro y otro... bebo hasta emborracharme, hasta perder el sentido, y es que sabes que siempre serás mi amante inmortal, ese que nunca muere. Sabes mi querido alcohol que eres, y serás siempre, mi primer y último amor, por mucho que los años pasen.