domingo, 18 de noviembre de 2012

Yo quiero ser una naranja.

¿Por qué no puedo ser una naranja?¿Por que no puedo ser un gato o una bola de árbol de navidad?¿Por qué no podemos ser las cosas que deseamos?
Pues yo quiero ser una naranja, ser una cosa redonda y naranja, una cosa que ruede y que sea feliz en la encimera de una cocina o en la rama de mi madre árbol. ¿Por qué no podemos ser lo que queramos?  Puede que no lleguemos a hacerlo realmente, puede que se trate todo de imaginación, pero es una de las cosas que tiene la vida: la capacidad de utilizar cualquier fantasía para que podamos ser felices. Poder ser una mesa, un pino, la mirilla de la puerta de tu casa. Todos y cada uno de nosotros podemos ser lo que queramos, podemos sentirnos como queramos y ser felices de esta forma. Por lo que hoy seré una taza, mañana un boli, pasado una bombilla y finalmente seré una naranja para pasar el resto de mi vida así.

jueves, 15 de noviembre de 2012

Hiedra.

La hiedra seguía allí, tal y como la recordaba, tal y como se había mantenido durante aquellos años en las frías paredes de aquella casa. El bosque rebosaba humedad, miles de brumas se formaban allí cada año, dándole al bosque un aspecto misterioso y a la vez mágico. La casa se encontraba en el corazón de aquel bosque, oculta por la humedad y la hiedra, bastante cerca de un río que las hierbas tapaban hasta hacerlo prisionero.
No era la primera vez que acudía allí. Aquella casa, ahora derruida y destartalada, formaba ya parte del bosque, como si se tratara de un elemento propio de él. Aquella casa había sido nuestro refugio, o mejor dicho, mi refugio, un lugar donde pasaba mis hora de soledad con la única compañía que el murmullo del agua y el susurro de las ramas. Aun así hacía tiempo que no acudía mi refugio, demasiado tiempo diría yo, la naturaleza se encontraba más salvaje pero seguía siendo el mismo lugar de siempre. Las mismas sensaciones, la misma confianza, la misma magia de entonces...
Llegabas tarde, llevaba ya esperándote durante un rato y te retrasabas. Ambos nos habíamos separado con el tiempo. Yo me fui a Madrid, dejando atrás nuestra amada Galicia, a cumplir mi sueño de estudiar literatura y con el tiempo llegar a ser escritora. Tu te marchaste, lejos, a un sinfín de países y lugares, a vivir aventuras... Estuviste en Italia, Francia, Escocia, Irlanda...lugares donde a mis ojos se podrían haber cumplido todos nuestros sueños... Aquel verano antes de partir sería nuestro último verano juntos. Recuerdo con claridad cada una de las noches en aquella casa en medio del bosque, alejados de la gente del pueblo, disfrutando de cada instante contigo. El día de la despedida quedé destrozada, no quería perderte, no quería dejar que te marcharas. No quería entender que tu sueño era viajar y vivir aventuras y que lo peor de todo es que yo también querría haber vivido aquel sueño contigo. El miedo, mi inseguridad, mi temor... aquello era lo que había conseguido echarme atrás, dejándome aprisionada en Madrid, leyendo aventuras de los demás y sin vivir las mías propias.
El tiempo pasó. No hubo ningún día que no te hubiera echado de menos, no hubo ningún día que no te recordara. Entonces fue cuando decidí encontrarte. Investigué, pregunté, intenté por todos los medios posibles averiguar en qué lugar del mundo te encontrabas. Y así, sin más, me encontré a mi misma en Nueva York, paseando por cada una de sus calles, perdiéndome entre los paseos del Central Park buscando tu mirada en los rostros de la gente. Allí no te encontré, llegué tarde y tu no tenías teléfono, pregunté y supe que en esos momentos te encontrabas en San Petersburgo y decidí seguir tu rastro. Aquel rastro y mis ansias por encontrarte me llevaron de ciudad en ciudad, de continente en continente. Aprendí a vivir aventuras, aprendí a buscarme la vida y aprendí a superar mis miedos para acudir en tu búsqueda. Todo lo que soñaba se hizo realidad, llegué a lugares donde jamás me hubiera imaginado que me encontraría: Cachemira, Bagdad, Paris, Florencia, Viena... Pero nunca llegué a encontrarte... Cada vez que encontraba donde estabas tu ya te habías marchado y así, sin más, llegó el día donde perdí tu rastro.
En aquel momento decidí volverme a Galicia, volver al lugar que me había visto nacer para alejarme de todo. Pasé una temporada allí sola, donde pude escribir y publicar mis primeros libros. Había logrado lo que había soñado, y todo gracias a tí...
Los meses pasaron y en una de las presentaciones de mis libros en Santiago apareciste. Pasé un largo rato mirándote, estudiando cada facción de tu rostro intentando averiguar si eras tu realmente. Había pasado los años, tu cada había cambiado, tus rasgos se había vuelto más fuertes pero seguías siendo tu, tus ojos parecía haber vivido cosas increíbles pero pese a todo aun seguías siendo tu.
Cuando terminé la presentación acudí a ti. Mi corazón parecía estallar en aquel momento, estaba nerviosa, no podía creer que fueras tu. En el momento en el que me acerqué a ti sonreíste, sonreíste y después me diste un papel donde pude leer "ven a buscarme en el lugar donde nos encontramos". Después de aquello te acercaste hasta mi y me besaste, haciéndome recordar todo lo que tu y yo pasamos. En ese momento me quede perpleja, no sabía como debía reaccionar. Había pasado miles de noches pensando en cómo sería nuestro encuentro, pensando en qué debía decirte, cómo reaccionaría. Pero en aquel momento me quedé de piedra. Tu lo notaste "Mañana te veré, a la misma hora de siempre" me dijiste, y sin más desapareciste oculto en un taxi.
Y allí estaba yo, esperándote. Aquel había sido nuestro lugar desde que te conocí. Yo te mostré ese lugar y fue allí donde dormimos abrazados a la luz de la luna cada una de las noches de verano entre la hiedra. Poco después apareciste entre la vegetación, intentando no tropezar con las raíces y plantas. Nos fundimos en un abrazo, te echaba tanto de menos... Aquella noche serías para mi. Aquella noche sería nuestra. Aquella noche volvimos a dormir abrazados dentro de aquella casita, recordando los viejos tiempos e inciando los nuevos tiempos que nos esperaban. Allí, en nuestra Galicia natal volvimos a encontrarnos y a amarnos, entre el frescor de las hiedras, en aquel bosque donde antaño vivieron las Meigas y cuyo hechizo ya nos había atrapado.
 Allí, en aquel bosque, fue donde volví a ser realmente feliz junto a ti.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Lluvia.



Corría rápidamente, las calles cada vez se mostraban más laberínticas, no sabía hacia dónde iba y la lluvia era la culpable de ello. Apenas podía ver nada, mi cabello largo y pelirrojo me impedía ver más allá aunque no me importaba. Tan solo quería huir de aquel ser, huir de aquel ser que en un segundo me acababa de demostrar cómo era realmente.
Habíamos quedado aquella noche en su casa. Él vivía en un pequeño apartamento situado en el centro de la ciudad, llevábamos dos meses saliendo. A mi no me apetecía mucho quedar con él aquella noche, estaba cansada y necesitaba descansar. Aun así él insistió, alegando que necesitaba verme. Acudí al piso no muy convencida pero a fin de cuentas era él, le quería, o al menos eso suponía en el momento en el que crucé la puerta. Cuando entré tuve un mal presentimiento, como si intuyera que no debía estar allí, había algo extraño. Cenamos y en aquel momento me di cuenta de que era él el que estaba extraño. No me gustaba la forma que tenía de mirarme, me miraba fijamente, con un brillo de malicia en su mirada. 
Nada más terminar de cenar él se acercó a mí y me rodeó con sus brazos. Comenzó a besarme en el cuello lentamente y noté cómo sus brazos se aferraban aun más fuertes sobre mi cuerpo.
-Debería irme. En serio hoy no estoy de humor- musité, intentando escarpar de aquella prisión que había creado con su cuerpo- El próximo día...
Pero no me dejó salir. Intenté tomármelo a broma, como si aquello no fuese más que un juego suyo pero intuía que algo serio pasaba. Con aquello que le había dicho él debía haberlo intuido. Aquella noche no quería hacer nada con él.
-Hace mucho que me dijiste que lo haríamos- me musitó el al oído- Me muero de ganas... no deberías estar tan tensa. Llevamos un mes...¿No crees que ya es hora de que lo hagamos?
-He dicho que no, ya te estoy diciendo que no estoy de humor…
-No me hagas repetírtelo dos veces.
Volví a mirarle fijamente, todo aquello iba en serio. Él nunca antes se había mostrado así conmigo, tampoco nos conocíamos desde hace mucho tiempo pero siempre me había tratado bien. Él era guapo, demasiado guapo quizás. Eso había hecho que las anteriores semanas me replanteara si le quería de verdad, si era realmente para mí, esa era la verdadera razón por la que aún no había llegado a hacerlo con él. Pero descubrí que tan solo era un cuerpo del que me había encaprichado, un cuerpo que yo misma había idealizado, confundiéndome. Había dejado al chico perfecto por estar con él. Había traicionado a la persona que más me había querido en este mundo, y sólo por un cuerpo que en aquel momento me repugnaba. No había sabido valorar las cosas, no había sabido apreciar las cosas. Yo aún le quería, jamás debí haberlo dejado…
En ese momento me empujó y caí al suelo violentamente. Seguido de esto se puso encima de mí. Comencé a gritar e intentar escapar de allí, alargué mis brazos intentando apartarlo de mí pero enseguida me cogió de los dos brazos, impidiendo que los moviera. Gritaba y gritaba, intentando que me oyeran, intentando que alguien se diera cuenta de lo que pasaba y me ayudara. En aquel momento me golpeó en la cabeza brutalmente, haciendo que perdiera el sentido durante unos instantes. Instantes que él aprovechó para levantarse rápidamente, coger una cuerda que se encontraba en un cajón y atarme las manos juntas. Su fuerza era mucho mayor que la mía, cualquier movimiento que realizaba era cortado por sus manos.
Se desabrochó los pantalones y se los bajó, dejando al descubierto su miembro, ya dispuesto para realizar el acto. Empezó a tocarme, a recorrer todas las zonas de mi cuerpo. Aquello me repugnó e intenté rodar pero él me lo impidió. Siguió tocándome hasta que comenzó a desabrocharme mis pantalones. Seguí gritando mientras las lágrimas resbalaban por mi rostro. En ese momento hice acopio de mis últimas fuerzas, deseando que fueran suficientes para poder salir de aquella pesadilla. Él estaba ya entrando en mi cuerpo y en ese momento comencé a mover mi cuerpo violentamente. No sabía que ocurría exactamente, cerré los ojos pero noté como el peso que se cernía sobre mi cuerpo se desplazaba y una de mis piernas chocaba violentamente contra él.
Abrí los ojos rápidamente y me le encontré, desconcertado, a mi lado. En ese momento me levanté, aprovechando su confusión, y comencé a correr. Conseguí abrir la puerta pese a tener las manos atadas y corrí por los pasillos mientras mordía con mis dientes la cuerda que aprisionaba mis manos.
Afuera llovía pero me daba igual, ya con las manos libres comencé a correr, para poder salir de aquel lugar. Corrí y corrí, no sabía si él me perseguía pero no quise comprobarlo. Mi cuerpo pedía que saliese de allí, que me alejara, que me fuera al lugar que fuese.
Era ya tarde y apenas se veía a gente por la calle, no sabía hacia donde iba y en aquel momento te encontré. No sabía a ciencia cierta si eras tú, si sería mi imaginación pero realmente eras tú, bajo un paraguas de color negro. Me puse delante de ti y a pesar de mis ojos llorosos pude ver que no habías cambiado nada. Te había echado de menos, aun seguía queriéndote.
Corrí a abrazarte y en ese momento tu dejaste el paraguas en el suelo para corresponderme. Me abrazaste, me perdonaste a pesar de haberte abandonado, aun seguías queriéndome. La lluvia caía y empapaba aun más nuestros cuerpos. Esa lluvia parecía que nos renovaba, que nos impulsaba a volver a nacer, a volver a estar juntos pues nunca debimos separarnos.
La lluvia seguía cayendo. Tu seguías abrazándome.  

domingo, 4 de noviembre de 2012

Tu.

Ha pasado ya más de un año. El día 1 de Noviembre hizo ya un año desde que empezó todo. Pensé que ya todo había terminado, pensé que jamás volvería a estar mal. Ahora no estoy seguro de nada...

Te volví a ver, volví a verte, y, sin quererlo, volví a recordarlo todo. Recordé toda la historia, recordé todo lo que pasó, cómo me trataste... Ahora no se como me siento, no se si hay una parte de mí que aún piensa en ti y no quiero eso. No quiero volver a pasar por eso nunca más y menos por ti, dado que se que jamás ocurrirá nunca nada y tan solo lo que conseguiría sería hacerme mas y mas daño a mi mismo.

Quiero olvidar, dejar de pensar en todo esto y poder continuar hacia delante. Estoy cansado de tener que pensar siempre en lo mismo y  ver que cada vez que avanzo, tenga que volver hacia atrás y observar con mis ojos como lo que he avanzado de destruye ante mi... Estoy cansado, cansado de todo esto ¿Qué fue lo que vi en ti? ¿Qué fue lo que me hiciste? ¿Por qué tiene que pasar todo esto?...