lunes, 22 de diciembre de 2014

Video Games.

Era como si mi cabeza solo oyese campanas, como si mi mente se hubiera convertido en una catedral de esas donde la gente decide encomendar sus deseos. Oía demasiadas cosas, la gente pedía demasiado, las campanas estaban me agotaban y los coros que allí cantaban destruían las columnas que sostenían mis pensamientos.
Eran gritos, eran plegarias, eran cosas que yo ya no podía controlar. Y todo me hacía daño, tanto que era como si hubiera llegado el momento de asumirlo, de dejarlo pasar. Dejarlo pasar porque entiendes que no puedes hacer nada. Es preocupante cuando tu cabeza te dice que ya no puedes hacer nada, cuando te intenta convencer de que todo ha terminado, que jamás volverás a ser como antes. Es como si todo se hubiese congelado.
Realmente no sé qué estoy escribiendo, aquí hay demasiadas entradas en las que no sé qué es lo que escribo. ¿Qué tiene esta de especial, de única? Y es que la realidad me dice que nada, que esto está parado y que debería darle la razón a mi mente con eso de que nada volverá a ser como antes. Es como si todo me dijera que debo rendirme, que no soy capaz de seguir, que han pasado tantas y tantas cosas que ya ni siquiera sé en qué debo pensar.
Todo es como ese banco que hay enfrente de nuestra casa, un banco de piedra de lo más mundano pero que cada día tiene algo que contar. Es bonito el asomarse a la terraza y ver el banco, observar qué cosas están pasando allí. Es como si la gente se hubiera puesto dramática y hubiese decidido que el único lugar en el mundo donde ofrecer sus escenas sea en ese banco. Puede ser que en el fondo sí que tenga algo especial, que tenga eso que todos necesitamos, aquello que tanto ansiamos.
Todos queremos ser especiales, todos queremos tener esa cosa que no sabemos qué es y que hace que la gente nos aprecie y quiera ser parte de nosotros. Puede que ese banco sea mucho más listo que todos nosotros, puede que haya encontrado el secreto. La gente va allí a apoyarse cuando la vida les es difícil. La gente va ahí pensando que va a ocurrir algo maravilloso con la pareja que quieren tener. Es como si ese banco fuese la solución a todos los problemas, como si todo el mundo quisiera tenerle en su vida.
Puede que sea divertido bajar un día y sentarme allí, impedir durante un tiempo que otra gente se siente y dejarme llevar, intentar descubrir qué es lo que tiene de especial estar sentado en ese lugar tan frío, bajo unos árboles que no hacen otra cosa que intentar ocultar el ruido y el barullo de una ciudad que parece que nunca descansa.
Ese banco debe ser especial, ese banco conoce mejor el mundo que todos nosotros. Deberíamos sentarnos allí, deberíamos intentar vivir allí. Vivir allí hasta que sintamos que somos felices, hasta que sintamos que llega lo que queremos.
Es divertido ver a las parejas abrazarse en ese lugar, es bonito verlos llorar a todos, ver cómo su mundo se derrumba y se construye de nuevo. Construir y destruir, llorar y gritar. Nacer y morir.
Pero el banco no es lo único a lo que he estado prestando atención, no es lo único en lo que he pensado para ser feliz. Creo que existen más cosas, cosas más diferentes.
Una de ellas era intentar volver a los mundos de blanco, buscar cómo volver y he descubierto que no hace falta que las cosas sean de color blanco para ir a ese mundo. Todos podemos huir, todos podemos evadirnos, todos podemos llegar a mundos donde nunca antes habíamos estado. Y todo esto suena estúpido, como si estuviese loco y como si no supiera distinguir la realidad. El problema es que estos mundos cada vez son más reales, cada vez me enamoran más. Estoy empezando a vivir en lugares que nadie entiende y que precisamente es lo que me gusta de ellos. Allí puedo ser todo lo que mi mente siempre inventó.
Y no sé qué mas pensar, no sé qué más decir. Creo que los mundos de blanco me han absorvido todo lo que han querido pero aún no han logrado que me aleje de ti. Pese a todos esos viajes, esas experiencias que me hacen tan invisible aún siento que todavía tienes poder en mi vida. Y es que creo que ahora  es el momento de hablar de ti, ¿qué clase de texto mío sería este si no hablara de ti?¿Qué clase de cosas son las que me preocupan cuando no estoy fuera del mundo? Eres como algo necesario en todos los relatos, igual de necesario que la sal en la comida. Puede que no seas lo más importante, pero sé que estás ahí, sé que tienes que estar ahí y es que ahora llega tu momento porque, pese a lo mucho que me jode, sigo pensando en ti. Y es como un pensamiento extraño porque no sé muy bien qué pensar.
No he vuelto a verte, gracias a Dios no he vuelto a verte. Me hace realmente feliz que te pierdas, que mi mente no tenga que obligarme a recordarte a cada minuto. Pero luego hay momentos en los que me traiciono y es como si de alguna manera te echase de menos, como si quisiera que las cosas que imagina mi cabeza volvieran a hacerse reales. Sé que no vas a volver, sé que no tendré nunca otra oportunidad, y creo que una de las cosas nuevas que tengo es que no me gustaría que volvieras. Odio la realidad. Estoy entendiendo que realmente lo único que quiero de ti es lo que mi cabeza se imagina, lo que me hubiera gustado que ocurriera pero que solo existe en mi mente.
Mi mente imagina que nunca te has ido, que las cosas no salieron mal. A mi mente le gusta imaginar que las cosas fueron a mejor, que poco a poco tú y yo nos enamoramos y que hemos sido felices, igual que un absurdo cuento de hadas.
Es todo jodidamente absurdo, jodidamente irreal, tanto, que realmente apareces tú ahí porque no había nadie más para llenar ese hueco. Y he de confesaros que he mentido, que sí que llegué a verte hace unas semanas en las que las cosas no estaban tan bien como ahora. Te conocí por tus andares, por tu forma de moverte, por desgracia te habría reconocido en cualquier parte. Pero me duele porque fue delante de mi casa, delante de aquel banco del que hablaba antes, fue a través de mi ventana desde donde te vi. No fue en una discoteca, en un paso de peatones alejado no, fue en mi propia casa, ante mis propias narices, en el lugar donde yo estaba en pijama y horriblemente aseado. Incluso en ese momento yo era capaz de verte.
Y en ese momento sentí un gran dolor, un pinchazo. Yo solo miraba por la ventana, solo miraba lo mucho que estaba lloviendo hasta el momento en que apareció tu figura y lo peor de todo es que me pareciste atractivo. Me fijé en ti sin saber que eras tú y creo que eso fue lo que más me dolió, más que el hecho de que estuviera en mi propia casa.
Había tanta rabia hacia ti, tanto cansancio, tantos pensamientos que se desgarraban por salir de mi mente... Fue duro, difícil, fue difícil volver a verte, igual que las otras veces... Y es que parece que no te vas, que no terminas de irte, que en el jodido momento en el que mi mente está bien, en el momento en que pienso que todo ha terminado y que vuelvo a estar bien, te encargas de aparecer para joderlo todo, para recordarme una vez más que no llegaste a ser mío y que jamás lo serás. Y parece que te encanta que yo sea consciente de todo eso cada día que pasa.
De todas formas yo sé que estás feliz, estás feliz de que todo haya terminado. Qué bien que ya no haya un tío que esté abrasándote y perturbando tu vida diaria. Yo era como un incordio, una persona a la que contestabas por compromiso ¿Por qué fuiste tan falso?¿Por qué estás tan contento ahora que esto ya ha terminado? No entiendo cómo aguantaste tanto, no entiendo cómo tardaste tanto en mandarme a la mierda ¿Tan infeliz te hacía?¿Era necesario hacerlo tan doloroso? Pero sí, ahora estás jodidamente feliz, sin dejar de esbozar esa sonrisa tuya que hasta hace unos meses no hacía otra cosa que perseguirme en sueños. ¿Quién eres?¿Quién has sido? Con cada palabra parece que me vuelvo más loco, más obsesivo, más enfermo que antes y sin opción a encontrar una cura. Todos somos unos enfermos que cada día encontramos menos medicamentos.
Ahora ya eres como un fantasma, un ser que está ahí, al acecho, sin que yo pueda controlar nada, sin que sepa cuando volverás a aparecer, sin saber cómo me sentiré yo, sin saber qué fue lo que pasó entre nosotros mientras pienso cada día una respuesta diferente a todo a lo que me pregunto. Y no es justo, no me parece nada justo. Yo solo quería que tú y yo jugáramos a los videojuegos.