jueves, 4 de julio de 2013

Monsters.

¿Y ahora qué? ¿Y qué ocurre ahora que todo está perdido? ¿Qué ocurre ahora cuando morimos entre lágrimas y sudarios marchitos? Nunca supimos qué era lo que debíamos hacer, nunca nos quedó claro en qué iba a consistir esto. Solo nos limitamos a seguir, a seguir con todo esto, esperando que algún día fuéramos capaces de encontrarlo un sentido.
Estamos cansados, estamos aburridos. Yo estoy aburrido, mis monstruos están aburridos. Los monstruos están cansados de vivir, están cansados de su éxito, están cansados de existir. Cuando morimos, son los monstruos quienes se encargan de que hayamos vivido. Son ellos quienes nos dan una vida y una existencia, y ahora los monstruos no están, desaparecen como si fueran bruma. Desaparecen porque ya han terminado.
Los monstruos se adueñaron de mi vida, se adueñaron de todo lo que quería y conocía. Se llevaron mi vida para después devolvérmela, pedazo a pedazo.
Los monstruos fueron apareciendo poco a poco, cada uno de ellos con una forma distinta y un cometido diferente. Siempre fueron directos, siempre fueron abrumadores, siempre se encargaron de destruir mi cuerpo en un instante y recomponerlo poco a poco.
El primero de todos apareció un año atrás, un monstruo de fuego que resultó ser uno de los más poderosos en aquello que yo no era capaz de controlar. Quedó prendido a mi alma durante aquel año y destruyó cada una de mis ilusiones, cada uno de los momentos en los que pensaba que no todo saldría mal del todo. Aquel monstruo rompió todas mis ilusiones, diciéndome cómo debía sentirme en realidad, diciéndome las cosas más duras que podrían decirme. Esas palabras ya han muerto, ya no serán repetidas más veces. Esas palabras se grabaron a fuego dentro de mí, dentro de mi mente. Esas palabras no se repiten porque no existe necesidad de ello.
Aquel monstruo pasó demasiado tiempo dentro de mí, aquel monstruo acabó por agotarme, debilitarme, provocando así una recuperación lenta y dolorosa. Pocas veces ocurre que un monstruo permanezca durante tanto tiempo en constante lucha dentro de alguien.
La huella de dolor del monstruo desapareció, y poco después apareció un monstruo de color azul, frío como el invierno y cubierto de escarcha, encargado de destruir todo aquello que yo podía controlar. Destrozó, desfiguró, agotó aquello que me quedaba, lo poco que había podido salvar del anterior. Aquel monstruo se encargó de destruir mis sueños, de destruir aquello que yo era capaz de crear, destruirlo y desmerecerlo. Desmerecer todo lo que creaba y en lo que creía, destruir todo lo que podía hacerme feliz.
Aquellos dos monstruos ahora siguen conmigo, y el monstruo de fuego se encargó de aparecer junto con el de hielo una vez más, esta vez con menos intensidad, ésta vez dando a entender que estaría allí para siempre, saliendo en el momento que yo menos lo esperara.
Los monstruos se adueñaron de mí, los monstruos siempre estarán conmigo, jamás se olvidarán de mí, porque yo mismo los inventé. Siempre me destruirán, y a lo largo de mi vida irán apareciendo más y más monstruos que yo no seré capaz de controlar. Hay miles de monstruos que no llegaré a conocer, y a otros los contemplaré y sentiré hasta el día de mi muerte.
Cada monstruo se adueñaba de una parte de mí, se la llevaba, pero sin embargo me la devolvía más viva que antes. Cada monstruo se encargaba de darme una parte más de vida, a comprender en qué consiste este mundo. El monstruo se llevaba aquello que yo no sabía entender, y a base del daño hacía que lo comprendiera, y en ese momento era cuando yo realmente sí que podía ser feliz.
Los monstruos solo quieren amarnos, solo desean que nosotros vivamos, solo desean que salgamos de esa mentira e ignorancia en la que vivimos. Se encargan de arrancarnos de nuestra infancia en un momento en el que ya la hemos perdido, y ese acto hace daño. Nos hacen sufrir una y otra vez hasta que tienen claro que lo hemos comprendido, que hemos aprendido a ver quienes somos y qué es lo que debemos hacer.
Los monstruos nos vigilan, aparecen cuando los necesitamos. Muchas de esas sensaciones las guardamos en nuestros corazones, no solo es el amor quien se oculta en ese lugar, infinitos sentimientos compiten contra él para hacerse un hueco en aquel lugar. En ese lugar está nuestra vida. Los monstruos comen nuestros corazones, los hacen vivir otra vez, y a su vez ellos recuerdan cómo es uno de verdad.
Los monstruos comen corazones porque un día albergaron uno, comen corazones para poder sentir que un día tuvieron uno. Comen corazones esperando encontrar el suyo.

Over The Love.

Y allí fluía todo, tal y como había esperado. Las noches se repetían una y otra vez y yo aún no asumía cuánto de rápido estaba ocurriendo todo aquello. Aquel olor a tabaco se había convertido en algo habitual para mí y no sabía hasta qué punto iría a durar todo aquello.
Son las siete de la mañana y aún está amaneciendo, el olor del tabaco todavía no se ha disipado, las sábanas están sudadas, sucias, tú duermes plácidamente a mi lado. Cambié mi vida por esto, yo fui quien decidí esto, fui yo quien decidió despertarme y encontrarme con tu cara cada mañana. Ahora no sé si es esto lo que realmente quiero.
Todo empezó por un juego, la mayoría de las cosas importantes comienzan con un juego. Todo era un juego tonto, estúpido, de esos que empiezan cuando vas borracho. No eres consciente, nunca eres consciente y de repente dejas caer la copa hacia el suelo para empezar el juego mientras la gente baila y se emborracha. El juego comienza, el juego sigue, y horas después te encuentras tendido en una cama que no es la tuya. Miras a tu alrededor como si lo comprendieras, como si lo entendieras, sólo era un juego que sabías que perderías.
Nacemos para perder cosas, y ahora es el momento de perder. Pierdes y ahora te sientes tan solo. No sabes qué hacer aquí, solo sabes que esto no era lo que querías. Todos queremos ser algo importante, todos queremos pertenecer a algo. Supongo que esa sensación de pertenecer a algo es la que me ha llevado hasta una cama que ya comienza a ser familiar.
Siempre sentiste que algo te faltaba, que aún no eras una persona completa, e intentaste llenarlo con lo primero que viste... estabas cansado de sentir que lo que te llena está lejos. Estás cansado de continuar esperando a que aparezca algo que llene ese vacío. Ahora has decidido llenarlo tú, salir en busca de ello como si no existiera un mañana. Pensaste que serías feliz, pensaste que todo habría acabado. Ahora incluso las sábanas parecen querer echarte de aquel lugar.
Le miras, aún sigue durmiendo, intentas ver algo más que su rostro, intentas ver más allá de él sin resultado. No hay nada más, no puedes hacer nada más. Te levantas con cuidado y enciendes un cigarro, te paseas por la habitación mientras te lo fumas, acariciado por la luz del día que va entrando por la ventana. Te vistes lentamente y sales de la habitación, de la casa, sin hacer ruido.
No sabes adónde vas, no sabes qué vas a hacer, solo sabes que no eres feliz con ello, que no has conseguido nada más que pasar un buen rato. Estás cansado de pasar buenos ratos, solo quieres sentirte bien. Las calles aún están vacías, tu también te sientes vacío. Caminas lentamente sin saber qué hacer, sin saber qué es lo que va a hacerte feliz.