domingo, 2 de marzo de 2014

La Criatura de Venecia. 5 de octubre, 2009, a las 20:06

Oscura y melancólica es la noche... Pensaba la hermosa criatura que se ocultaba bajo los pasadizos de una ciudad italiana, en la que los espíritus danzaban al son de la música de los palacios renacentistas. Allí, las damas renacentistas portadoras de oscuros corazones y engalanadas con refulgentes vestidos, bailaban al ritmo de un esperpéntico baile de máscaras entre criaturas a las que su imaginación jamás hubo podido evocar. 
En aquellos salones oscuros, las damas, rodeadas de perladas máscaras de alargadas narices, no sabían que bajo las máscaras de sus acompañantes no se ocultaba ningún rostro, sino que las diamantinas y níveas máscaras formaban parte de ellos. Las damas, cegadas por las ansias de amor, se perdían con ellos entre los siniestros corredores del palacio donde habitaba la melancólica corte para que después, sus enmascarados acompañantes les absorbieran el alma para que cuando hayan absorbido la última gota, se quedasen inertes y con la piel pálida tumbadas en el marmóreo suelo del pasillo, inundado de olvidados antepasados y oxidadas armaduras. 
Iris, la criatura que se ocultaba bajo los canales, veía todo esto horrorizada. Ella era igual que ellos, pero su corazón la había obligado a dejar de hacerlo después de absorber el alma del joven que amaba. Ella, que jamás había sentido la calidez de un beso, asesinó a la única persona que podía haber besado su pequeño cuerpo. Las espinas del alma de Iris habían enzarzado un corazón que había latido apasionadamente, y que ahora se había plagado de melancolía, tristeza y culpa. 
Allí, entre las antiquísimas piedras de los pasadizos, ella se alimentaba de las insatisfactorias almas de pequeños animalitos que moran en los pasadizos. Triste y sola pasaba Iris la noche esperando a sus compañeros llegasen a ocultarse entre los pasadizos, para que, al día siguiente, volviesen a salir a las calles a alimentarse de almas de jóvenes damas. 
Iris, la bella criatura portadora de una nívea mascara blanca y con un pelo dorado cual rayo de sol, ya no comprendía a sus propios compañeros. Ellos no sentían pena por las almas que consumían y era aquella una pena que ellos jamás llegarían a comprender. Ella se quedaría allí, esperando, a que un joven aparezca y la ame como cuanto ella amó al joven de ojos dorados que habitaba en su mente, que jamás se borraría de sus recuerdos y que permanecería allí hasta el resto de su existencia. 
Venecia... su nombre evocaba melancolía y oscuridad a los ojos de los Devoradores de Almas. En la bella ciudad italiana con el puerto más bello del mundo, los espíritus habitan entre las calles con sus antiguos canales donde hay palacios renacentistas, oscuras catedrales y pequeñas calles que bordean los canales. Allí, cuando la medianoche se haga presente en su mágica nocturnidad, Iris saldrá algún día de su escondite para seguir buscando a la persona amada que no conoce aún. Allí, entre las frías calles pasara los años buscando a su amor verdadero sumido entre los palacios y los siniestros carnavales venecianos...

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