La ciudad perdida se encontraba entre llanuras de extensos valles plagados de melancolía e inundados por ríos. Allí, siempre envuelta entre nubes de tormenta, se hallaba una ciudad en la que hechiceros y los espíritus convivían entre las frías calles de piedra.
La ciudad existía desde hace más de 1000 años, construida como refugio para todos los hechiceros que eran perseguidos por la iglesia. Aquellos hechiceros decidieron ubicarla en El Valle de las Tinieblas debido a que, durante todos los días del año, se apoderaba de la ciudad o una fuerte tormenta, o una densa y delicada niebla que se tragaba la ciudad y sus alrededores.
Los habitantes de la ciudad rara vez veían la luz del sol, solo veían, cada cierto tiempo, una pequeña claridad en la que no la lluvia y la niebla no existían, para que después volviera a evocarse el melancólico paisaje de infinita oscuridad y tristeza. Debido a las lluvias, el musgo y las enredaderas crecían rápidamente enroscándose en los fríos edificios de inspiración gótica.
Grandes catedrales y templos a los dioses paganos se extendían por la ciudad y en las que jardines de rosas negras plagaban los rincones de las laberínticas calles. En aquel lugar, magos y brujos cultivaban en sus jardines los ingredientes y plantas para sus conjuros, rituales, talismanes y ofrendas para llevarlas a la catedral.
El el centro de aquella ciudad se encontraba el edificio más importante: la catedral. La catedral era un inmenso edificio de inspiración gótica, con torres tan altas y esbeltas que crecían hasta sobrepasar las nubes, siendo acariciadas las torres por los dorados rayos del sol y por los plateados reflejos de la luna.
La catedral, construida con altos y delgados muros de piedra, salpicados de largos ventanales adornados con vidrieras, guardaba en su interior la luz de silenciosas y siniestras velas negras, puestas en honor a la diosa que habitaba en tan macabra catedral. la diosa hela, diosa de la magia, los espíritus y de la oscuridad infinita, habitaba entre las paredes del templo siendo consciente de su funesta condenación: la catedral era alta para que sus torreones mas altos rozaran el cielo, con el intento de acercarse a los dioses, pero la verdad era que la diosa oscura jamás llegaría al cielo, siempre se quedaría atada a la tierra y al mundo de los mortales. Porque el cielo solo estaba ocupado por dios y su corte celestial: los ángeles, los arcángeles y las demás criaturas de origen divino. La diosa jamás llegaría a aquel lugar, pues allí solo habitada criaturas puras, perfectas…
Muchos hechiceros adoraban a la diosa desde sus casas en pequeños altares y, escuchando la fúnebre música de un clavicordio, rezaban y adoraban las imágenes de la diosa. La diosa, que retratada por los mortales como una dama de gran belleza y con una larga melena negra, jamás llegaría a las puertas de los cielos y, al igual que los hechiceros que habitaban en la ciudad, se ahogarían entre las gotas de la lluvia casi infinita… Solo por practicar la magia, solo por jugar con ventaja en el mundo humano, solo por intentar ayudar a la gente, sin ser malas personas. Solo por eso los mortales nunca alcanzarían la vida eterna. Solo por eso morirán transportándose a un submundo de oscuridad, injusticia, soledad, pena y melancolía…
Los habitantes de la ciudad rara vez veían la luz del sol, solo veían, cada cierto tiempo, una pequeña claridad en la que no la lluvia y la niebla no existían, para que después volviera a evocarse el melancólico paisaje de infinita oscuridad y tristeza. Debido a las lluvias, el musgo y las enredaderas crecían rápidamente enroscándose en los fríos edificios de inspiración gótica.
Grandes catedrales y templos a los dioses paganos se extendían por la ciudad y en las que jardines de rosas negras plagaban los rincones de las laberínticas calles. En aquel lugar, magos y brujos cultivaban en sus jardines los ingredientes y plantas para sus conjuros, rituales, talismanes y ofrendas para llevarlas a la catedral.
El el centro de aquella ciudad se encontraba el edificio más importante: la catedral. La catedral era un inmenso edificio de inspiración gótica, con torres tan altas y esbeltas que crecían hasta sobrepasar las nubes, siendo acariciadas las torres por los dorados rayos del sol y por los plateados reflejos de la luna.
La catedral, construida con altos y delgados muros de piedra, salpicados de largos ventanales adornados con vidrieras, guardaba en su interior la luz de silenciosas y siniestras velas negras, puestas en honor a la diosa que habitaba en tan macabra catedral. la diosa hela, diosa de la magia, los espíritus y de la oscuridad infinita, habitaba entre las paredes del templo siendo consciente de su funesta condenación: la catedral era alta para que sus torreones mas altos rozaran el cielo, con el intento de acercarse a los dioses, pero la verdad era que la diosa oscura jamás llegaría al cielo, siempre se quedaría atada a la tierra y al mundo de los mortales. Porque el cielo solo estaba ocupado por dios y su corte celestial: los ángeles, los arcángeles y las demás criaturas de origen divino. La diosa jamás llegaría a aquel lugar, pues allí solo habitada criaturas puras, perfectas…
Muchos hechiceros adoraban a la diosa desde sus casas en pequeños altares y, escuchando la fúnebre música de un clavicordio, rezaban y adoraban las imágenes de la diosa. La diosa, que retratada por los mortales como una dama de gran belleza y con una larga melena negra, jamás llegaría a las puertas de los cielos y, al igual que los hechiceros que habitaban en la ciudad, se ahogarían entre las gotas de la lluvia casi infinita… Solo por practicar la magia, solo por jugar con ventaja en el mundo humano, solo por intentar ayudar a la gente, sin ser malas personas. Solo por eso los mortales nunca alcanzarían la vida eterna. Solo por eso morirán transportándose a un submundo de oscuridad, injusticia, soledad, pena y melancolía…
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