domingo, 2 de marzo de 2014

Bajo una tormenta invernal...14 de septiembre, 2010, a las 23:56

En algún lugar en medio de ninguna parte, se ubicaba un imponente castillo al que todos evitaban por temor. Ni tan siquiera las más hermosas ninfas y hadas que habitaban en las cercanías del bosque osaban adentrarse en aquel maligno lugar. La oscuridad y la maldad que se respiraban en aquel alcázar de ultratumba le convertía en un lugar peligroso, un lugar en el que cualquier humano encontraría a la propia muerte entre sus miles de corredores y puentes en nieblas...
Miles de banquetes y bailes de máscaras se celebraban a la luz de las velas, donde cientos de vampiros de todos los clanes se reunían consolidando una esperpéntica corte en aquel castillo. 
Nunca nadie se atrevió a entrar en aquel lugar hasta el día en el que la luna nueva se alzó a los cielos y el mortal frio de diciembre se cerró en el bosque y en el castillo. Aquella noche sin luna una de dama de cabellos cárdenos osó llamar a la puerta del castillo, solicitando cobijo sin saber en qué lugar se adentraba. El rey de los vampiros requirió su presencia y en el momento en el que la vio, su corazón quedó eclipsado al contemplar la hermosura de la doncella...
La dama pasó la noche en las habitaciones del castillo y, en el crepúsculo del día siguiente, el vampiro enamorado le ofreció como hogar su castillo donde celebró a media noche una tétrica mascarada y donde la doncella se rindió ante los encantos del monarca…
A la par del apuesto caballero, enfundado en galas nocturnas, bailaron en la infinitud de la noche, rodeados por la curiosa expectación de todos aquellos bailarines de la siniestra corte. Pasaron las lunas y la hermosa dama continuó durmiendo en brazos de su amante pero, aunque las intenciones del vampiro no eran malvadas, los demás miembros de la corte deseaban beber de la roja sangre que corría por sus venas.
Una noche sin luna, las oscuras vampiresas del castillo osaron crear una trampa para la dama a la que cayó fácilmente, dotándola de la pútrida existencia de la que gozaban los habitantes de aquel castillo. Jamás la dama pudo afrontar el peso que suponía el vampirismo y por más que lo intentaba, sus esfuerzos eran insuficientes. Ni tan siquiera el amor que sentía por el rey de los vampiros logró ayudarla, pues al cabo de unos meses y a pesar de la gran tristeza que traería su decisión, decidió irse del castillo, destrozando el corazón del monarca afligido.
Jamás logró el vampiro entender a su amada pues su partida provocó una tristeza infinita de la que nunca consiguió salir y a ella la pasó lo mismo. Mas por mucho que los dos se amen jamás podrán volver a estar juntos, pues él jamás podrá perdonarla que le abandonara y ella jamás podrá llevar una vida normal debido a tan macabra maldición .
Serán los amantes separados, los amantes que no aprendieron amarse a pesar de sus diferencias. Los amantes que jamás podrán olvidarse y los amantes que seguirán separados para siempre…

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