A veces hacemos las cosas bien, a veces las hacemos mal. A veces estamos tan cansados de todo que parece que nada de lo que hacemos tiene sentido. Cuando las cosas no tienen sentido es cuando más sentido tienen aunque eso lo estoy escribiendo porque me gustaría que la realidad fuera así.
Cuando nos atascamos perdemos, cuando nos atascamos las cosas ya no sirven como antes, no son iguales. Escribo esta entrada sin ningún valor al igual que las anteriores. Realmente no sirven para nada, son solo palabras sin sentido que morirán en este blog a través de los años. No tiene sentido que a alguien le gusten todas estas cosas.
Escribo sin pensar, escribo sin ninguna razón, solo escribo porque quiero que las cosas vuelvan a tener sentido para mí tal y como era antes. Quiero que el mundo tenga el sentido de antes, quiero volver a sentir que el mundo es bonito y que ha recuperado todo lo que me ofrecía.
domingo, 9 de marzo de 2014
Pieza IV.
1- Al terminar el mes haz un recuento de todas las cosas que has comprado durante éste.
2- Mete todo en una caja y envíalo a un lugar lejos de donde estés, a un lugar donde te guarden esa caja.
3- Repite este proceso durante todos los meses.
4- Pasados 10 años ve a recoger tus cajas.
2- Mete todo en una caja y envíalo a un lugar lejos de donde estés, a un lugar donde te guarden esa caja.
3- Repite este proceso durante todos los meses.
4- Pasados 10 años ve a recoger tus cajas.
Sin Título II.
Es como si fuese algo invisible que se escapa, algo que te seduce cada vez que aparece y te fascina de todas las maneras posibles. Es una pena que solo aparezca en determinados momentos, si apareciese siempre todos seríamos felices y nos sentiríamos realizados cada segundo. O puede que sea todo lo contrario, que el tener la posibilidad de hacer todo lo que queramos nos vuelva más locos de lo que estamos y acabemos con una soga alrededor del cuello.
Creo que me gustan las sogas, son ásperas y dejan marcas, puede que me gusten las cosas que dejan marcas. El caso es que el momento en el que la soga aprieta tu cuello y sientes la mirada de la muerte parece algo siniestramente fascinante. Todos en algún momento de nuestra vida sentimos lo vulnerables que somos y lo cerca que estamos de la muerte. Sentir que vas a morir es una sensación que aparece en pocas ocasiones y es extraño, porque siendo tan vulnerables lo lógico es que sintiéramos la sombra de la muerte a casa paso que damos.
Tenemos que ser inconscientes en muchos momentos, tenemos que vivir en la ignorancia pues de lo contrario moriríamos, tendríamos la necesidad de que la muerte nos visite y se haga nuestra amiga.
Sería divertido hacernos amigos de la muerte, sería divertido bromear con ella sobre la gente a la que odias, esa gente que te cae tan mal que no te importa el hecho de bromear con la muerte sobre ello "A esa le queda ya poco jaja" bromearía la muerte.
Esta entrada está quedando realmente siniestra xD (con xDs y todo) pero creo que era necesario meter algo siniestro. Esta tarde estuve mirando antiguos libros con ilustraciones de Victoria Francés que durante años me fascinaron. La gente de mi alrededor solía decir que esos dibujos eran demasiado melancólicos y que esa señora debía estar amargada y, sin embargo, de no haber sido así no hubieran llamado nunca mi atención.
No sé por qué estoy hablando sobre Victoria Francés en estos momentos pero supongo que es para intentar entender el por qué me atrae lo siniestro y macabro. Hace años me fascinó Victoria Francés, ahora es gente como Gina Pane o Marina Abramovic quienes me atrapan de manera hipnótica, una evolución bastante grotesca que a mi me parece hermosa.
Puede que sea esta la necesidad de hacer cosas que apasionen, que horroricen o que inspiren. Es como si hubiese una necesidad de que el cuerpo experimente algo, que sienta de una vez por todas sin que haya secuelas graves.
Es bonito pensar que de alguna manera esa gente también te entiende y que seguramente tuvieron un razonamiento o unas intenciones parecidas a la tuya. Y no es fácil hacer este tipo de cosas cuando tienes familiares y amigos que amenazan con que cambien tu relación con ellos por el hecho de realizar actos de ese tipo. La gente a veces no entiende una mierda, o puede que el que no entienda nada soy yo. Todo puede ser en esta vida.
Creo que me gustan las sogas, son ásperas y dejan marcas, puede que me gusten las cosas que dejan marcas. El caso es que el momento en el que la soga aprieta tu cuello y sientes la mirada de la muerte parece algo siniestramente fascinante. Todos en algún momento de nuestra vida sentimos lo vulnerables que somos y lo cerca que estamos de la muerte. Sentir que vas a morir es una sensación que aparece en pocas ocasiones y es extraño, porque siendo tan vulnerables lo lógico es que sintiéramos la sombra de la muerte a casa paso que damos.
Tenemos que ser inconscientes en muchos momentos, tenemos que vivir en la ignorancia pues de lo contrario moriríamos, tendríamos la necesidad de que la muerte nos visite y se haga nuestra amiga.
Sería divertido hacernos amigos de la muerte, sería divertido bromear con ella sobre la gente a la que odias, esa gente que te cae tan mal que no te importa el hecho de bromear con la muerte sobre ello "A esa le queda ya poco jaja" bromearía la muerte.
Esta entrada está quedando realmente siniestra xD (con xDs y todo) pero creo que era necesario meter algo siniestro. Esta tarde estuve mirando antiguos libros con ilustraciones de Victoria Francés que durante años me fascinaron. La gente de mi alrededor solía decir que esos dibujos eran demasiado melancólicos y que esa señora debía estar amargada y, sin embargo, de no haber sido así no hubieran llamado nunca mi atención.
No sé por qué estoy hablando sobre Victoria Francés en estos momentos pero supongo que es para intentar entender el por qué me atrae lo siniestro y macabro. Hace años me fascinó Victoria Francés, ahora es gente como Gina Pane o Marina Abramovic quienes me atrapan de manera hipnótica, una evolución bastante grotesca que a mi me parece hermosa.
Puede que sea esta la necesidad de hacer cosas que apasionen, que horroricen o que inspiren. Es como si hubiese una necesidad de que el cuerpo experimente algo, que sienta de una vez por todas sin que haya secuelas graves.
Es bonito pensar que de alguna manera esa gente también te entiende y que seguramente tuvieron un razonamiento o unas intenciones parecidas a la tuya. Y no es fácil hacer este tipo de cosas cuando tienes familiares y amigos que amenazan con que cambien tu relación con ellos por el hecho de realizar actos de ese tipo. La gente a veces no entiende una mierda, o puede que el que no entienda nada soy yo. Todo puede ser en esta vida.
domingo, 2 de marzo de 2014
El por qué tanta entrada rara este 02/03/2014
Nunca me gustó poner cosas antiguas, cosas que en mi opinión carecen de demasiado valor pero en este caso me he decidido darles un último protagonismo a estos relatos que escribí años atrás. Estos relatos, plagados de fallos gramaticales y demás cosas por el estilo fueron las primeras historias que fui creando y que han hecho posible que yo haya sido capaz de mantener activo este blog. Creo que era algo justo que permanecieran aquí también.
PD: No sé qué coño hago dando explicaciones, es mi blog y aquí pongo lo que quiero.
PD: No sé qué coño hago dando explicaciones, es mi blog y aquí pongo lo que quiero.
4 de marzo, 2011, a las 22:34
Más allá de los valles de las arboledas siniestras, las lagrimas del recuerdo recorrerán cada dia los pasillos angostos de esas mansiones ya abandonadas. Allí recorrerán cada baldosa, cada peldaño... originando un atisbo de luz en aquel lugar que antaño fue el hogar de banquetes y bailes de mascaras... Las velas ya se han consumido, el polvo ha hecho su aparición, y miles de pequeñas arañas crean sus hogares de seda entre los candelabros de las habitaciones. Ya no queda nada en ese lugar que rememore el esplendor de tiempos antiguos, donde la felicidad sucumbía hasta los lugares mas oscuros de aquel alcázar enfundado en nieblas. Todo ha desaparecido, tan solo quedan las lagrimas de la doncella que reside aún en aquel lugar de leyenda... el lugar donde una vez encontro su felicidad...
Ahora se pasea cada día por aquella mansión, volviendo a dar vida a los objetos de antaño, tocando cada acorde en su clavicordio, contemplando su hermoso rostro en los espejos cubiertos de polvo y desgastados por el tiempo... Esperando que algún día, en vano, vuelva la felicidad a su hogar. Pero mientras tanto, su rostro cada día envejece mas, sus ojos ambarinos se tornan melancólicos, y su cabello negro como el ala de un cuervo mengua sus brillos plateados, llegando a formar parte de la antigua casa, donde espera que el sol vuelva a brillar algún día...
Ahora se pasea cada día por aquella mansión, volviendo a dar vida a los objetos de antaño, tocando cada acorde en su clavicordio, contemplando su hermoso rostro en los espejos cubiertos de polvo y desgastados por el tiempo... Esperando que algún día, en vano, vuelva la felicidad a su hogar. Pero mientras tanto, su rostro cada día envejece mas, sus ojos ambarinos se tornan melancólicos, y su cabello negro como el ala de un cuervo mengua sus brillos plateados, llegando a formar parte de la antigua casa, donde espera que el sol vuelva a brillar algún día...
Bajo una tormenta invernal...14 de septiembre, 2010, a las 23:56
En algún lugar en medio de ninguna parte, se ubicaba un imponente castillo al que todos evitaban por temor. Ni tan siquiera las más hermosas ninfas y hadas que habitaban en las cercanías del bosque osaban adentrarse en aquel maligno lugar. La oscuridad y la maldad que se respiraban en aquel alcázar de ultratumba le convertía en un lugar peligroso, un lugar en el que cualquier humano encontraría a la propia muerte entre sus miles de corredores y puentes en nieblas...
Miles de banquetes y bailes de máscaras se celebraban a la luz de las velas, donde cientos de vampiros de todos los clanes se reunían consolidando una esperpéntica corte en aquel castillo.
Nunca nadie se atrevió a entrar en aquel lugar hasta el día en el que la luna nueva se alzó a los cielos y el mortal frio de diciembre se cerró en el bosque y en el castillo. Aquella noche sin luna una de dama de cabellos cárdenos osó llamar a la puerta del castillo, solicitando cobijo sin saber en qué lugar se adentraba. El rey de los vampiros requirió su presencia y en el momento en el que la vio, su corazón quedó eclipsado al contemplar la hermosura de la doncella...
La dama pasó la noche en las habitaciones del castillo y, en el crepúsculo del día siguiente, el vampiro enamorado le ofreció como hogar su castillo donde celebró a media noche una tétrica mascarada y donde la doncella se rindió ante los encantos del monarca…
A la par del apuesto caballero, enfundado en galas nocturnas, bailaron en la infinitud de la noche, rodeados por la curiosa expectación de todos aquellos bailarines de la siniestra corte. Pasaron las lunas y la hermosa dama continuó durmiendo en brazos de su amante pero, aunque las intenciones del vampiro no eran malvadas, los demás miembros de la corte deseaban beber de la roja sangre que corría por sus venas.
Una noche sin luna, las oscuras vampiresas del castillo osaron crear una trampa para la dama a la que cayó fácilmente, dotándola de la pútrida existencia de la que gozaban los habitantes de aquel castillo. Jamás la dama pudo afrontar el peso que suponía el vampirismo y por más que lo intentaba, sus esfuerzos eran insuficientes. Ni tan siquiera el amor que sentía por el rey de los vampiros logró ayudarla, pues al cabo de unos meses y a pesar de la gran tristeza que traería su decisión, decidió irse del castillo, destrozando el corazón del monarca afligido.
Jamás logró el vampiro entender a su amada pues su partida provocó una tristeza infinita de la que nunca consiguió salir y a ella la pasó lo mismo. Mas por mucho que los dos se amen jamás podrán volver a estar juntos, pues él jamás podrá perdonarla que le abandonara y ella jamás podrá llevar una vida normal debido a tan macabra maldición .
Serán los amantes separados, los amantes que no aprendieron amarse a pesar de sus diferencias. Los amantes que jamás podrán olvidarse y los amantes que seguirán separados para siempre…
Miles de banquetes y bailes de máscaras se celebraban a la luz de las velas, donde cientos de vampiros de todos los clanes se reunían consolidando una esperpéntica corte en aquel castillo.
Nunca nadie se atrevió a entrar en aquel lugar hasta el día en el que la luna nueva se alzó a los cielos y el mortal frio de diciembre se cerró en el bosque y en el castillo. Aquella noche sin luna una de dama de cabellos cárdenos osó llamar a la puerta del castillo, solicitando cobijo sin saber en qué lugar se adentraba. El rey de los vampiros requirió su presencia y en el momento en el que la vio, su corazón quedó eclipsado al contemplar la hermosura de la doncella...
La dama pasó la noche en las habitaciones del castillo y, en el crepúsculo del día siguiente, el vampiro enamorado le ofreció como hogar su castillo donde celebró a media noche una tétrica mascarada y donde la doncella se rindió ante los encantos del monarca…
A la par del apuesto caballero, enfundado en galas nocturnas, bailaron en la infinitud de la noche, rodeados por la curiosa expectación de todos aquellos bailarines de la siniestra corte. Pasaron las lunas y la hermosa dama continuó durmiendo en brazos de su amante pero, aunque las intenciones del vampiro no eran malvadas, los demás miembros de la corte deseaban beber de la roja sangre que corría por sus venas.
Una noche sin luna, las oscuras vampiresas del castillo osaron crear una trampa para la dama a la que cayó fácilmente, dotándola de la pútrida existencia de la que gozaban los habitantes de aquel castillo. Jamás la dama pudo afrontar el peso que suponía el vampirismo y por más que lo intentaba, sus esfuerzos eran insuficientes. Ni tan siquiera el amor que sentía por el rey de los vampiros logró ayudarla, pues al cabo de unos meses y a pesar de la gran tristeza que traería su decisión, decidió irse del castillo, destrozando el corazón del monarca afligido.
Jamás logró el vampiro entender a su amada pues su partida provocó una tristeza infinita de la que nunca consiguió salir y a ella la pasó lo mismo. Mas por mucho que los dos se amen jamás podrán volver a estar juntos, pues él jamás podrá perdonarla que le abandonara y ella jamás podrá llevar una vida normal debido a tan macabra maldición .
Serán los amantes separados, los amantes que no aprendieron amarse a pesar de sus diferencias. Los amantes que jamás podrán olvidarse y los amantes que seguirán separados para siempre…
En la Orfandad de los pantanos. 25 de febrero, 2010, a las 22:08
En la orfandad de los pantanos se oye melancólicamente la poesía de los espectros, mientras que una dama de cabellos albinos se paseaba por las lóbregas orillas del pantano. Aquella dama había vivido desde siempre bajo las sombras de los robles en aquel pantano, al abrazo de aguas nebulosas.
Ella era la reina de aquel palacio de agua y lodo, la princesa de la soledad y tristeza, pues en aquel pantano de aguas cenagosas sólo se oía el croar de los sapos, que estos mismos aprendieron a amarla y a escuchar sus cánticos de sílfide, mientras ella se paseaba a la luz de un mortecino candil entre las hojas de los árboles.
La doncella se adentraba todos los días por laberintos de sendas interminables, hasta llegar a una olmeda en medio del bosque y, un día, la dama se quedo inexorablemente enamorada de un antiguo olmo a la orilla del río. Talia, que así se llamaba la doncella de los bosques, poseía la agudeza suficiente para sumergirse en las almas de los árboles y explorar su corazón recubierto de escarcha.
El olmo también se había enamorado de aquella figura, cuales cánticos le hacían sonreír y que brotaran nuevas hojas de sus ramas, aquella mujer era su alegría de vivir, su atisbo de luz en sus noches sin fin, pues aquel olmo existía desde épocas pasadas y su vida ya tendría que haber terminado, desde mucho antes que la dama emergiera desde la profundidad de los bosques.
Talia y el viejo olmo aprendieron a amarse a pesar de sus diferencias, pero aunque los dos intentaron negarlo, ambos sabía que aquella unión no podría salir bien, pues había un muro infranqueable que separaba a los dos amantes en diversas realidades. Un día se apareció de entre las cenagosas aguas del estanque una hermosa bruja, que hizo un pacto oculto y maldito con el olmo de los pantanos.
A las semanas siguientes, Talia, que coronaba sus cabellos con flores silvestres, corrió hacia el viejo olmo. El olmo presentaba aquel día las hojas marchitas y los brotes deshidratados, la situación se agravó durante las semanas siguientes, y el olmo cada vez se volvió más y más enfermo, rebelando cada vez más los resquicios de vida que le quedaban.
Al cabo del tiempo ya sólo quedaba del olmo un viejo tronco y sendas de hojas marchitas alrededor de él. La dama, envuelta en lágrimas, jugó a enterrarse entre aquel páramo de hojas muertas y a dormir entre la hojarasca, intentando encontrar algún resquicio de vida entre la floresta. La doncella, intentando acabar con su sufrimiento, se arrojó al estanque, dejando que su cuerpo flotase en la quietud de las aguas para germinar de nuevo en la lobreguez de las tinieblas.
Cuentan en las mas oscuras leyendas, que nadie volvió a saber jamás lo que le ocurrió a aquel cuerpo céreo e inánime, pero todavía aseguran las hechiceras encorvadas que, todavía hoy, se escuchan sus cantos de sílfide, remotos, desde las profundidades de los bosques.
Poco después de la muerte de Talia surgió de entre las hojas muertas del olmo, la voluptuosa figura de un hombre que aseguró ser el viejo olmo, al que una doncella de cabellos blancos eclipsó su corazón para el resto de su existencia.
Para querer volver a reunirse con su amante el viejo olmo acabó con su vida sumergiéndose, como su amada, en las aguas invernales bajo el silbo del viento. Pero más allá de un pantano inundado en nieblas, la princesa difunta seguirá apareciéndose, cual ninfa espectral al caer la tarde, cuando llueva en la intemperie de los árboles desnudos o cuando el otoño tiña de ocre las profundidades de un río arcano,en un lugar donde los dos amantes estarían separados hasta el fin de las épocas.
Ella era la reina de aquel palacio de agua y lodo, la princesa de la soledad y tristeza, pues en aquel pantano de aguas cenagosas sólo se oía el croar de los sapos, que estos mismos aprendieron a amarla y a escuchar sus cánticos de sílfide, mientras ella se paseaba a la luz de un mortecino candil entre las hojas de los árboles.
La doncella se adentraba todos los días por laberintos de sendas interminables, hasta llegar a una olmeda en medio del bosque y, un día, la dama se quedo inexorablemente enamorada de un antiguo olmo a la orilla del río. Talia, que así se llamaba la doncella de los bosques, poseía la agudeza suficiente para sumergirse en las almas de los árboles y explorar su corazón recubierto de escarcha.
El olmo también se había enamorado de aquella figura, cuales cánticos le hacían sonreír y que brotaran nuevas hojas de sus ramas, aquella mujer era su alegría de vivir, su atisbo de luz en sus noches sin fin, pues aquel olmo existía desde épocas pasadas y su vida ya tendría que haber terminado, desde mucho antes que la dama emergiera desde la profundidad de los bosques.
Talia y el viejo olmo aprendieron a amarse a pesar de sus diferencias, pero aunque los dos intentaron negarlo, ambos sabía que aquella unión no podría salir bien, pues había un muro infranqueable que separaba a los dos amantes en diversas realidades. Un día se apareció de entre las cenagosas aguas del estanque una hermosa bruja, que hizo un pacto oculto y maldito con el olmo de los pantanos.
A las semanas siguientes, Talia, que coronaba sus cabellos con flores silvestres, corrió hacia el viejo olmo. El olmo presentaba aquel día las hojas marchitas y los brotes deshidratados, la situación se agravó durante las semanas siguientes, y el olmo cada vez se volvió más y más enfermo, rebelando cada vez más los resquicios de vida que le quedaban.
Al cabo del tiempo ya sólo quedaba del olmo un viejo tronco y sendas de hojas marchitas alrededor de él. La dama, envuelta en lágrimas, jugó a enterrarse entre aquel páramo de hojas muertas y a dormir entre la hojarasca, intentando encontrar algún resquicio de vida entre la floresta. La doncella, intentando acabar con su sufrimiento, se arrojó al estanque, dejando que su cuerpo flotase en la quietud de las aguas para germinar de nuevo en la lobreguez de las tinieblas.
Cuentan en las mas oscuras leyendas, que nadie volvió a saber jamás lo que le ocurrió a aquel cuerpo céreo e inánime, pero todavía aseguran las hechiceras encorvadas que, todavía hoy, se escuchan sus cantos de sílfide, remotos, desde las profundidades de los bosques.
Poco después de la muerte de Talia surgió de entre las hojas muertas del olmo, la voluptuosa figura de un hombre que aseguró ser el viejo olmo, al que una doncella de cabellos blancos eclipsó su corazón para el resto de su existencia.
Para querer volver a reunirse con su amante el viejo olmo acabó con su vida sumergiéndose, como su amada, en las aguas invernales bajo el silbo del viento. Pero más allá de un pantano inundado en nieblas, la princesa difunta seguirá apareciéndose, cual ninfa espectral al caer la tarde, cuando llueva en la intemperie de los árboles desnudos o cuando el otoño tiña de ocre las profundidades de un río arcano,en un lugar donde los dos amantes estarían separados hasta el fin de las épocas.
Alas Rotas. 13 de enero, 2010, a las 20:32
El palacio de la media luna, oculto entre la nebulosa niebla de los infinitos cielos, aparecía cada noche en cuanto la luna se hacia presente en su mágica nocturnidad; todos los días; noche tras noche; luna tras luna. Para luego desvanecerse con los primeros rayos solares.
Aquel era el palacio de los sueños, la maravilla de los nueve reinos en el que la soledad abundaba entre los corredores y salones de aquel palacio celeste. El palacio, con inmensas cúpulas que eran acariciadas por los rayos crepusculares, ofrecía infinidad de diferentes colores a cualquier hora en el que él se hace presente.
Allí, entre los fríos balcones, se encontraba un hermoso ángel de fracciones amables y cabello dorado. Él siempre había vivido en aquel palacio y nunca había salido de aquel lugar desde que nació. No pudo salir de allí, pues sus hermosas alas blancas presentaban una malformación que le impediría volar. Él jamás podría volar y, para un ángel, aquello era peor que la muerte. Sólo podía andar, moverse hacia una pequeña isla flotante durante el día para esperar a que, al salir la luna, el palacio de la medialuna apareciese en el cielo evocando sus majestuosas columnas y sus formas idílicas.
Pero el ángel en realidad no estaba solo. Una humana le contempló desde la montaña mas alta, y allí brotó su amor por aquel idílico ángel del cielo que eclipsó su corazón para el resto de su existencia. Ella, día tras día, subía hacia la cumbre de la montaña para entonar funestas melodías en las cuales hablaba del un refulgente amor que sentía por él, acompañadas de las notas de un violín carmesí. Ella entonaba todos los días sus cánticos, con la esperanza de que su voz se elevara sobre las nubes y que llegara a los oídos de aquella criatura alada prisionera en la infinidad del cielo.
El hermoso ángel escuchaba las melodías con especial melancolía. Los ángeles no lloraban, pero las hermosas melodías de aquel ser mortal perlaban su rostro de lagrimas por el blasfemo amor que se había producido entre ellos. Así pues, aquellas hermosas criaturas estaban juntas, pero eternamente separadas hasta el final de sus vidas.
El ángel sabía que estarían eternamente separados y eso hacia que se preocupase por su joven amada, ella no viviría mucho tiempo, para aquellas criaturas divinas la vida de los humanos no era mas que un pequeño suspiro. El ángel, sintiéndose culpable de el mutuo sufrimiento, se levanto de entre las sombras y se asomó a las balconadas del palacio, donde se oían con mas claridad los cánticos de su amada, y una lágrima resbaló por su mejilla. Y después de derramar todas las lágrimas de su lisiado cuerpo, se abalanzó hacia el vacío con la intención de acabar con su existencia. El ángel cayó estrepitosamente desde el cielo estrellado para caer entre un páramo de hojas muertas mientras el grito de una joven dama ascendía a los cielos.
Aquel era el palacio de los sueños, la maravilla de los nueve reinos en el que la soledad abundaba entre los corredores y salones de aquel palacio celeste. El palacio, con inmensas cúpulas que eran acariciadas por los rayos crepusculares, ofrecía infinidad de diferentes colores a cualquier hora en el que él se hace presente.
Allí, entre los fríos balcones, se encontraba un hermoso ángel de fracciones amables y cabello dorado. Él siempre había vivido en aquel palacio y nunca había salido de aquel lugar desde que nació. No pudo salir de allí, pues sus hermosas alas blancas presentaban una malformación que le impediría volar. Él jamás podría volar y, para un ángel, aquello era peor que la muerte. Sólo podía andar, moverse hacia una pequeña isla flotante durante el día para esperar a que, al salir la luna, el palacio de la medialuna apareciese en el cielo evocando sus majestuosas columnas y sus formas idílicas.
Pero el ángel en realidad no estaba solo. Una humana le contempló desde la montaña mas alta, y allí brotó su amor por aquel idílico ángel del cielo que eclipsó su corazón para el resto de su existencia. Ella, día tras día, subía hacia la cumbre de la montaña para entonar funestas melodías en las cuales hablaba del un refulgente amor que sentía por él, acompañadas de las notas de un violín carmesí. Ella entonaba todos los días sus cánticos, con la esperanza de que su voz se elevara sobre las nubes y que llegara a los oídos de aquella criatura alada prisionera en la infinidad del cielo.
El hermoso ángel escuchaba las melodías con especial melancolía. Los ángeles no lloraban, pero las hermosas melodías de aquel ser mortal perlaban su rostro de lagrimas por el blasfemo amor que se había producido entre ellos. Así pues, aquellas hermosas criaturas estaban juntas, pero eternamente separadas hasta el final de sus vidas.
El ángel sabía que estarían eternamente separados y eso hacia que se preocupase por su joven amada, ella no viviría mucho tiempo, para aquellas criaturas divinas la vida de los humanos no era mas que un pequeño suspiro. El ángel, sintiéndose culpable de el mutuo sufrimiento, se levanto de entre las sombras y se asomó a las balconadas del palacio, donde se oían con mas claridad los cánticos de su amada, y una lágrima resbaló por su mejilla. Y después de derramar todas las lágrimas de su lisiado cuerpo, se abalanzó hacia el vacío con la intención de acabar con su existencia. El ángel cayó estrepitosamente desde el cielo estrellado para caer entre un páramo de hojas muertas mientras el grito de una joven dama ascendía a los cielos.
La Ciudad Perdida. 8 de noviembre, 2009, a las 21:03
La ciudad perdida se encontraba entre llanuras de extensos valles plagados de melancolía e inundados por ríos. Allí, siempre envuelta entre nubes de tormenta, se hallaba una ciudad en la que hechiceros y los espíritus convivían entre las frías calles de piedra.
La ciudad existía desde hace más de 1000 años, construida como refugio para todos los hechiceros que eran perseguidos por la iglesia. Aquellos hechiceros decidieron ubicarla en El Valle de las Tinieblas debido a que, durante todos los días del año, se apoderaba de la ciudad o una fuerte tormenta, o una densa y delicada niebla que se tragaba la ciudad y sus alrededores.
Los habitantes de la ciudad rara vez veían la luz del sol, solo veían, cada cierto tiempo, una pequeña claridad en la que no la lluvia y la niebla no existían, para que después volviera a evocarse el melancólico paisaje de infinita oscuridad y tristeza. Debido a las lluvias, el musgo y las enredaderas crecían rápidamente enroscándose en los fríos edificios de inspiración gótica.
Grandes catedrales y templos a los dioses paganos se extendían por la ciudad y en las que jardines de rosas negras plagaban los rincones de las laberínticas calles. En aquel lugar, magos y brujos cultivaban en sus jardines los ingredientes y plantas para sus conjuros, rituales, talismanes y ofrendas para llevarlas a la catedral.
El el centro de aquella ciudad se encontraba el edificio más importante: la catedral. La catedral era un inmenso edificio de inspiración gótica, con torres tan altas y esbeltas que crecían hasta sobrepasar las nubes, siendo acariciadas las torres por los dorados rayos del sol y por los plateados reflejos de la luna.
La catedral, construida con altos y delgados muros de piedra, salpicados de largos ventanales adornados con vidrieras, guardaba en su interior la luz de silenciosas y siniestras velas negras, puestas en honor a la diosa que habitaba en tan macabra catedral. la diosa hela, diosa de la magia, los espíritus y de la oscuridad infinita, habitaba entre las paredes del templo siendo consciente de su funesta condenación: la catedral era alta para que sus torreones mas altos rozaran el cielo, con el intento de acercarse a los dioses, pero la verdad era que la diosa oscura jamás llegaría al cielo, siempre se quedaría atada a la tierra y al mundo de los mortales. Porque el cielo solo estaba ocupado por dios y su corte celestial: los ángeles, los arcángeles y las demás criaturas de origen divino. La diosa jamás llegaría a aquel lugar, pues allí solo habitada criaturas puras, perfectas…
Muchos hechiceros adoraban a la diosa desde sus casas en pequeños altares y, escuchando la fúnebre música de un clavicordio, rezaban y adoraban las imágenes de la diosa. La diosa, que retratada por los mortales como una dama de gran belleza y con una larga melena negra, jamás llegaría a las puertas de los cielos y, al igual que los hechiceros que habitaban en la ciudad, se ahogarían entre las gotas de la lluvia casi infinita… Solo por practicar la magia, solo por jugar con ventaja en el mundo humano, solo por intentar ayudar a la gente, sin ser malas personas. Solo por eso los mortales nunca alcanzarían la vida eterna. Solo por eso morirán transportándose a un submundo de oscuridad, injusticia, soledad, pena y melancolía…
Los habitantes de la ciudad rara vez veían la luz del sol, solo veían, cada cierto tiempo, una pequeña claridad en la que no la lluvia y la niebla no existían, para que después volviera a evocarse el melancólico paisaje de infinita oscuridad y tristeza. Debido a las lluvias, el musgo y las enredaderas crecían rápidamente enroscándose en los fríos edificios de inspiración gótica.
Grandes catedrales y templos a los dioses paganos se extendían por la ciudad y en las que jardines de rosas negras plagaban los rincones de las laberínticas calles. En aquel lugar, magos y brujos cultivaban en sus jardines los ingredientes y plantas para sus conjuros, rituales, talismanes y ofrendas para llevarlas a la catedral.
El el centro de aquella ciudad se encontraba el edificio más importante: la catedral. La catedral era un inmenso edificio de inspiración gótica, con torres tan altas y esbeltas que crecían hasta sobrepasar las nubes, siendo acariciadas las torres por los dorados rayos del sol y por los plateados reflejos de la luna.
La catedral, construida con altos y delgados muros de piedra, salpicados de largos ventanales adornados con vidrieras, guardaba en su interior la luz de silenciosas y siniestras velas negras, puestas en honor a la diosa que habitaba en tan macabra catedral. la diosa hela, diosa de la magia, los espíritus y de la oscuridad infinita, habitaba entre las paredes del templo siendo consciente de su funesta condenación: la catedral era alta para que sus torreones mas altos rozaran el cielo, con el intento de acercarse a los dioses, pero la verdad era que la diosa oscura jamás llegaría al cielo, siempre se quedaría atada a la tierra y al mundo de los mortales. Porque el cielo solo estaba ocupado por dios y su corte celestial: los ángeles, los arcángeles y las demás criaturas de origen divino. La diosa jamás llegaría a aquel lugar, pues allí solo habitada criaturas puras, perfectas…
Muchos hechiceros adoraban a la diosa desde sus casas en pequeños altares y, escuchando la fúnebre música de un clavicordio, rezaban y adoraban las imágenes de la diosa. La diosa, que retratada por los mortales como una dama de gran belleza y con una larga melena negra, jamás llegaría a las puertas de los cielos y, al igual que los hechiceros que habitaban en la ciudad, se ahogarían entre las gotas de la lluvia casi infinita… Solo por practicar la magia, solo por jugar con ventaja en el mundo humano, solo por intentar ayudar a la gente, sin ser malas personas. Solo por eso los mortales nunca alcanzarían la vida eterna. Solo por eso morirán transportándose a un submundo de oscuridad, injusticia, soledad, pena y melancolía…
La Criatura de Venecia. 5 de octubre, 2009, a las 20:06
Oscura y melancólica es la noche... Pensaba la hermosa criatura que se ocultaba bajo los pasadizos de una ciudad italiana, en la que los espíritus danzaban al son de la música de los palacios renacentistas. Allí, las damas renacentistas portadoras de oscuros corazones y engalanadas con refulgentes vestidos, bailaban al ritmo de un esperpéntico baile de máscaras entre criaturas a las que su imaginación jamás hubo podido evocar.
En aquellos salones oscuros, las damas, rodeadas de perladas máscaras de alargadas narices, no sabían que bajo las máscaras de sus acompañantes no se ocultaba ningún rostro, sino que las diamantinas y níveas máscaras formaban parte de ellos. Las damas, cegadas por las ansias de amor, se perdían con ellos entre los siniestros corredores del palacio donde habitaba la melancólica corte para que después, sus enmascarados acompañantes les absorbieran el alma para que cuando hayan absorbido la última gota, se quedasen inertes y con la piel pálida tumbadas en el marmóreo suelo del pasillo, inundado de olvidados antepasados y oxidadas armaduras.
Iris, la criatura que se ocultaba bajo los canales, veía todo esto horrorizada. Ella era igual que ellos, pero su corazón la había obligado a dejar de hacerlo después de absorber el alma del joven que amaba. Ella, que jamás había sentido la calidez de un beso, asesinó a la única persona que podía haber besado su pequeño cuerpo. Las espinas del alma de Iris habían enzarzado un corazón que había latido apasionadamente, y que ahora se había plagado de melancolía, tristeza y culpa.
Allí, entre las antiquísimas piedras de los pasadizos, ella se alimentaba de las insatisfactorias almas de pequeños animalitos que moran en los pasadizos. Triste y sola pasaba Iris la noche esperando a sus compañeros llegasen a ocultarse entre los pasadizos, para que, al día siguiente, volviesen a salir a las calles a alimentarse de almas de jóvenes damas.
Iris, la bella criatura portadora de una nívea mascara blanca y con un pelo dorado cual rayo de sol, ya no comprendía a sus propios compañeros. Ellos no sentían pena por las almas que consumían y era aquella una pena que ellos jamás llegarían a comprender. Ella se quedaría allí, esperando, a que un joven aparezca y la ame como cuanto ella amó al joven de ojos dorados que habitaba en su mente, que jamás se borraría de sus recuerdos y que permanecería allí hasta el resto de su existencia.
Venecia... su nombre evocaba melancolía y oscuridad a los ojos de los Devoradores de Almas. En la bella ciudad italiana con el puerto más bello del mundo, los espíritus habitan entre las calles con sus antiguos canales donde hay palacios renacentistas, oscuras catedrales y pequeñas calles que bordean los canales. Allí, cuando la medianoche se haga presente en su mágica nocturnidad, Iris saldrá algún día de su escondite para seguir buscando a la persona amada que no conoce aún. Allí, entre las frías calles pasara los años buscando a su amor verdadero sumido entre los palacios y los siniestros carnavales venecianos...
En aquellos salones oscuros, las damas, rodeadas de perladas máscaras de alargadas narices, no sabían que bajo las máscaras de sus acompañantes no se ocultaba ningún rostro, sino que las diamantinas y níveas máscaras formaban parte de ellos. Las damas, cegadas por las ansias de amor, se perdían con ellos entre los siniestros corredores del palacio donde habitaba la melancólica corte para que después, sus enmascarados acompañantes les absorbieran el alma para que cuando hayan absorbido la última gota, se quedasen inertes y con la piel pálida tumbadas en el marmóreo suelo del pasillo, inundado de olvidados antepasados y oxidadas armaduras.
Iris, la criatura que se ocultaba bajo los canales, veía todo esto horrorizada. Ella era igual que ellos, pero su corazón la había obligado a dejar de hacerlo después de absorber el alma del joven que amaba. Ella, que jamás había sentido la calidez de un beso, asesinó a la única persona que podía haber besado su pequeño cuerpo. Las espinas del alma de Iris habían enzarzado un corazón que había latido apasionadamente, y que ahora se había plagado de melancolía, tristeza y culpa.
Allí, entre las antiquísimas piedras de los pasadizos, ella se alimentaba de las insatisfactorias almas de pequeños animalitos que moran en los pasadizos. Triste y sola pasaba Iris la noche esperando a sus compañeros llegasen a ocultarse entre los pasadizos, para que, al día siguiente, volviesen a salir a las calles a alimentarse de almas de jóvenes damas.
Iris, la bella criatura portadora de una nívea mascara blanca y con un pelo dorado cual rayo de sol, ya no comprendía a sus propios compañeros. Ellos no sentían pena por las almas que consumían y era aquella una pena que ellos jamás llegarían a comprender. Ella se quedaría allí, esperando, a que un joven aparezca y la ame como cuanto ella amó al joven de ojos dorados que habitaba en su mente, que jamás se borraría de sus recuerdos y que permanecería allí hasta el resto de su existencia.
Venecia... su nombre evocaba melancolía y oscuridad a los ojos de los Devoradores de Almas. En la bella ciudad italiana con el puerto más bello del mundo, los espíritus habitan entre las calles con sus antiguos canales donde hay palacios renacentistas, oscuras catedrales y pequeñas calles que bordean los canales. Allí, cuando la medianoche se haga presente en su mágica nocturnidad, Iris saldrá algún día de su escondite para seguir buscando a la persona amada que no conoce aún. Allí, entre las frías calles pasara los años buscando a su amor verdadero sumido entre los palacios y los siniestros carnavales venecianos...
31 de marzo, 2012, a las 21:17
-¿ Qué haces cuando alguien a quien amas te decepciona? Cuando realmente te hace daño...
+Debes dejar de amarlos.
-¿Es eso posible?
+No. Creo que no, porque siempre habrá una parte de ti que seguirá queriéndoles...para siempre... Aprendes a vivir con ello, a no necesitarles, a iniciar una nueva vida... Aprendes a ser feliz de nuevo. Pero ,por muchos años que pasen, aquello siempre permanecerá, oculto, pero seguirá estando ahí...
+Debes dejar de amarlos.
-¿Es eso posible?
+No. Creo que no, porque siempre habrá una parte de ti que seguirá queriéndoles...para siempre... Aprendes a vivir con ello, a no necesitarles, a iniciar una nueva vida... Aprendes a ser feliz de nuevo. Pero ,por muchos años que pasen, aquello siempre permanecerá, oculto, pero seguirá estando ahí...
Pieza III
1- compra un marco con una foto de prueba en una tienda.
2- no tires esa foto, déjala en ese mismo marco.
3- coloca el marco con la foto en cualquier parte de tu casa, a la vista de la gente
4- inventa una historia para la persona que aparece en la foto y cuéntala a quienes pregunten por dicha persona.
2- no tires esa foto, déjala en ese mismo marco.
3- coloca el marco con la foto en cualquier parte de tu casa, a la vista de la gente
4- inventa una historia para la persona que aparece en la foto y cuéntala a quienes pregunten por dicha persona.
Pieza II
1- compra una maceta de plástico rectangular y alargada, del tamaño de tu espalada.
2- pon a la maceta asas, llénala con tierra y pon una planta.
3- cuida esa planta.
4- lleva tu mochila-planta a todas partes.
2- pon a la maceta asas, llénala con tierra y pon una planta.
3- cuida esa planta.
4- lleva tu mochila-planta a todas partes.
Pieza I
1- 4 días sin comer.
2- 4 días sin beber agua.
3- 4 minutos sin respirar.
4- 4 minutos sin pensar.
2- 4 días sin beber agua.
3- 4 minutos sin respirar.
4- 4 minutos sin pensar.
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