miércoles, 17 de octubre de 2012

Odamae.

Ella se levantó. Estaba deseando terminar, quería terminar cuanto antes para poder ir hacia allí. El pasillo era amplio, grande y continuaba con suciedad. Debía acabar aquello pronto si deseaba verla también a ella. Sabía que nunca podría encontrar una oportunidad como aquella y, de desperdiciarla, jamás podría salir de allí, de modo que puso todo su empeño en terminar cuanto antes, en terminar y salir sin ser vista de aquel gran caserón que hacía las veces de prisión para ella. Sus amos aún dormían, con un poco de suerte permanecerían en ese estado durante al menos una hora más, de modo que bajó rápidamente a la cocina y salió por la puerta para llegar al jardín descuidado que albergaba aquella mansión.

Pronto los árboles se tragaron su cuerpo y apenas su figura se distinguía de entre la vegetación de aquel bosque en el que se convertía aquel jardín. Pronto alcanzó el muro que delimitaba la propiedad, concretamente una parte derruida, lo que posibilitaba la huida de aquel lugar. Continuó avanzando, intentando darse prisa en llegar a lo más profundo de aquel bosque, el lugar donde solía pasear aquella misteriosa mujer que tantas cosas le había enseñado.

Pronto llegó a lo más profundo y allí, como esperaba, se hallaba sentada bajo un manzano una hermosa mujer de cabellos oscuros. Vestía una túnica violeta, sus ojos eran verdes como la floresta y en ellos parecía residir la sabiduría infinita. Sonrió en cuanto vio a Odamae, la estaba esperando, sabía perfectamente que la chica acudiría a aquel lugar. Sin decir una palabra la bruja se levantó y paseó alrededor de Odamae, se acercó al manzano y tomó una manzana. La observó durante unos instantes, antes de arrojarla al suelo, a unos poco metros alejados de ellas. Pronto la bruja cerró los ojos para concentrarse y al abrirlos la manzana comenzó a cambiar. La manzana se abrió y de las semillas comenzó a germinar la planta y brotaron numerosas ramas, llegando a formarse un hermoso manzano, igual al que pertenecía aquella manzana. Odamae observó todo esto con los ojos abiertos y aquello le recordó porqué admiraba tanto a aquella mujer y lo mucho que deseaba llegar a ser como ella.

La dama se acercó a Odamae y le tendió un paquete que acababa de sacar de uno de sus bolsillos. Odamae  lo miró con curiosidad y lo abrió. Se trataba de una baraja de cartas, una baraja de tarot. Ella había oído hablar de aquellas barajas, y de gente que lograba cosas increíbles con ellas. Miró entonces a la bruja
-Aprende a entenderlas- le dijo- Con estas cartas tendrás el poder de descubrirte a ti misma, el poder de saber quién eres y el poder de conocer el mundo. Este es el primer paso para poder entrar en el mundo de la magia.

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