lunes, 20 de enero de 2014

Drunk.

Te despiertas a destiempo y lo único que deseas es poder levantarte. Sientes que te acaricia, que poco a poco recorre todas las partes de tu cuerpo y después notas cómo se introduce en tu mente en forma de dolor de cabeza: La resaca te ama, es quien ahora te da tus buenos días. Puede que ese momento de despertar sea ya el comienzo o el final de tu día, pues parece que al levantarte todo ya se haya acabado.
Anoche bebiste mucho, el vodka parecía tener vida propia y sin darte cuenta se convirtió en tu amante. Está demasiado visto ya en este blog eso de que el vodka sea tu amante, pero no sabes cómo cambiar eso así que supongo que no debes preocuparte por ello, sólo dedícate a decir que fue tu amante esa noche y que eso en el fondo está bien.
Las miradas borrosas de la gente parecen venir a tu mente, las risas y las copas en la mano también son algo que recuerdas, aunque eso no es nada nuevo a la hora de salir. Ahora tu cabeza quiere estallar, quiere largarse hacia algún lugar demasiado lejos de ti.
Dicen que cuando estás borracho sale una parte de ti que hasta entonces ha permanecido oculta, dicen que es en este momento cuando puedes llegar a ser realmente tú. Las decisiones que tomas salen de ti realmente y las consecuencias en ese momento te parecen correctas. Eres libre, eres libre de hacer lo que quieras sin importar lo que ocurre después. Tu cabeza te abandona y parece que lo único que importa es ser feliz, pasar una de tus mejores noches porque se supone que eso es lo que tiene que pasar.
Entonces llega ese momento en el que sacas tu móvil y envías un mensaje, un mensaje de esos que en la realidad no llegarías enviar, un mensaje de esos que son fruto de la locura y la felicidad del momento. En el fondo sabes que en lo más hondo de ti tenías que enviar aquel mensaje, que las largas noches pensando en qué ibas a hacer ahora se cumplen en la más absoluta inconsciencia. Escribes una parrafada de esas que parecen vómito de palabras y relees el mensaje dos o tres veces, intentando que no se note demasiado que el alcohol está contigo...
Y lo envías, lo envías con todo lo que después sabes que va a ocurrir. Pero en esos momentos no pasa nada, en esos momentos estás al borde la felicidad por haber cumplido aquello que llevabas queriendo hacer, y puede que haya sido bueno, que lo único que necesitabas era vivir un momento de esos en los que sientes que no tienes nada que perder.
La noche sigue, el mensaje se ha enviado. Tú eres feliz y bebes para celebrarlo. Ahora eres libre, te sientes jodidamente libre. Al día siguiente la resaca es tu única amiga y despiertas con su presencia. Te incorporas de la cama sintiendo el peso de tu propio cuerpo mucho mayor al de la mayoría de los días, intentas recordar todo lo que hiciste anoche mientras intentas abrir los ojos completamente. Estás destrozado, tu cuerpo está destrozado y es entonces cuando observas tu móvil al lado de la almohada. Recuerdas entonces el mensaje, y es cuando comprendes que ya no hay vuelta atrás, en ningún momento ha habido vuelta atrás. Solo te queda desear que tu cabeza estalle.


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