Las luces son anaranjadas, son anaranjadas porque les gusta dormir, les gusta descansar y este color se apaga, se apaga y muere al igual que un fuego que lleva encendido desde hace tiempo. No se que hago aquí, no se qué debo hacer para continuar. El día muere, la luna muere, la luz naranja muere...
Estoy cansado, muy cansado y aquí cada vez se va haciendo más oscuro. Estoy sentado, en una habitación en mi casa, un baño, y los azulejos estás fríos. Estoy más bien acurrucado, desnudo, intentando abrazarme a mí mismo en un intento de fundirme con el entorno, pasar desapercibido y pensar.
En el baño hay una ventana pero que en realidad no puede ser una ventana. Su cristal no deja ver nada, solo deja pasar la luz. No debería llamarse ventana si además de eso es imposible de abrir. Estoy solo, estoy solo en el mundo y mi única compañía es la luz que me rodea que desaparece cada vez más.
Ahora cambio, ya no me apetece estar en esta habitación y ahora ya no estoy desnudo. Todo puede cambiar, soy todo lo que quiero ser. Ahora estoy al aire libre, en una de las calles de una ciudad desconocida. No se si he estado antes, no se en que país estoy, no se ni siquiera si estoy en el mismo mundo que tu.
Camino por la calle, junto a la gente, no se hacia donde voy aunque tampoco me importa. Ahora quiero andar y disfrutar de la luz amarilla del día del día. La gente no me parece que sea feliz aquí, es un lugar gris y aburrido, un lugar donde la gente va con prisas, un lugar de funcionamiento mecánico. Cada persona es un engranaje, una polea, un mecanismo... Me aburre, ya no me gusta, ya no disfruto mientras camino. Veo a la gente correr, está ocurriendo algo, un hombre de la calle comienza a gritar, son gritos de horror, gritos extraños. El hombre mira fijamente a todo el mundo y a continuación saca una pistola, de repente me mira a mi, yo no me muevo, levanta la pistola y me dispara.
Todo ocurre como me esperaba, la bala me da en la cabeza y comienzo a sangrar. Me desplomo en el suelo, caigo fuertemente sobre los adoquines del paseo. Ahora veo el cielo, veo la luz amarilla del sol de la mañana. La gente se acerca, se pone junto a mi, intentan ayudarme, todo sigue normal. La sangre comienza a llenar el suelo de forma macabra. Me aburro.
Cada vez pierdo más sangre y me entra sueño, ya me cansa esta situación, espero de forma impaciente hasta desangrarme, hasta consumirme entre toda la multitud... Cierro los ojos para volver a cambiar. Ahora todo da vueltas, todo se vuelve extraño...
Ahora estoy en un acantilado, todo se ha vuelto rojo. Estoy sentado sobre el acantilado de piedra, mis piernas cuelgan hacia el vacío, ante mi se muestra el mar y el sol, oscureciendo. Miro al mar invadido por los colores del sol. Me levanto, lo miro, y me lanzó a él para convertirme en espuma.
Ya no se donde estoy, ahora todo es oscuro,
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