domingo, 4 de mayo de 2014

PdC.

Una semana entera bebiendo, dos semanas enteras bebiendo, tres semanas bebiendo. Es como si quisieras cruzar el mar, llegar a la otra orilla solo que no sabes si te ahogarás en el camino. Has pasado más de tres semanas bebiendo, aún no sé si he llegado a ahogarme, si he llegado a perderme a mí mismo entre las olas o me he asfixiado por el hielo que había dentro de una copa.
Ya no sabes dónde estás, no sabes lo que quieres, es como una ausencia de algo. Una paz que necesitas romper. Sientes que es como un momento de transición, un momento en el que te distancias de tu realidad. Como ese momento en el que entras a ver una película al cine o una obra de teatro y durante unas horas te olvidas de quién eres y de todo lo que has vivido.
Podría decirse que estás en ese momento, un momento que ni siquiera entiendes. Muchas veces la gente te dice que qué te ocurre, qué te pasa. Nunca sabes responder, nunca sabes qué te ocurre en cada momento y lo peor de todo es que nunca es una vez igual a la anterior. Pasas tu vida entera sin saber qué te ocurre. Y eso muchas veces cansa, cansa porque no sabes quién eres ni qué quieres.
Hoy te has enfadado. Estás cansado de vivir esta situación, estás cansado de que todo pase igual. Ya no voy a seguir así, no voy a estar pendiente de cosas que sé que no van a valer la pena. El mundo no es tan complicado, no hace falta estar comiéndote la cabeza porque a alguien no le da la gana ordenar su cabeza. Cuando alguien no entiende su cabeza, o simplemente lo que pasa es que no quiere decirte la verdad debes pasar, dejarlo ir. Tienes que dejar ir esas cosas aunque te duela, aunque quisieras seguir intentándolo pero no puedes. No puedes seguir destruyéndote a ti mismo, es demasiado doloroso, demasiada rutina. Hacerte daño es una rutina, nunca para, pero llega un momento en el que duele demasiado y ya no quieres más. Te enfadas porque realmente la culpa no es tuya, te enfadas porque quieres estar bien pero ya están estropeando tu cabeza.
Por eso mismo tienes que dejarle marchar, no complicarte, no sufrir más. Dejar de pensar en él y saber que no eres tú quien tiene la culpa. Tú no has hecho nada malo, has intentado hacerlo lo mejor que has podido. Si él no ha querido que la cosa siga es porque le ha dado la gana a él y no puedes hacer nada.
Haz como que no existe, haz como si estuviera perdido, como si se borrara de tu memoria. Tienes que intentar que no venga a tu cabeza, que cuando pienses en él eso no duela. Y eso es difícil, pero no te queda otra.
De todas formas nunca llegaré a entender por qué la gente se dedica a romper tanto tu cabeza. Las cosas no son tan complicadas. Las cosas se dicen, se hablan. No tienes por qué pasarte más de dos semanas estando pendiente de qué va a pasar para llegar a un punto en el que ves las cosas no avanzan. No era necesario llegar a este punto. La gente debería ordenar su cabeza y dejar las cosas claras.

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